UN CASO QUE CONMOVIO AL MUNDO

Hace 82 años, en la cárcel norteamericana de Charlestown, Massachusetts, eran ejecutados en la silla eléctrica Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, acusados de un asesinato que no habían cometido. Siete años de cárcel, un proceso plagado de groseras violaciones a la ley y la sospecha, confirmada con los años, de que Sacco y Vanzetti habían sido condenados por ser anarquistas e inmigrantes y no porque existieran pruebas en su contra, convirtieron al caso en un modelo de injusticia. Como millones de italianos, Sacco y Vanzetti habían emigrado a Estados Unidos movidos por el sueño de la América próspera. Se conocieron en los alrededores de Boston. Sacco era zapatero y Vanzetti vendía pescado. Ambos formaban parte de un grupo de anarquistas que participaban en las luchas sindicales contra las condiciones de semiesclavitud que imperaban en aquel momento en el régimen laboral norteamericano.





Foto Los acusados Bartolomeo Vanzetti y Nicola Sacco

El 5 de mayo de 1920 fueron arrestados en una de las redadas policiales contra los anarquistas. Y aunque al comienzo fueron acusados de distribuir panfletos subversivos y de poseer una pistola, poco después las autoridades los vincularon a un doble crimen que se había cometido, 20 días antes, en South Baintree. De nada sirvieron las numerosas pruebas que los desvinculaban del asesinato de Frederick Parmentier, cajero de una fábrica de calzado, y del guardián Alessandro Berardelli, cometido por dos ladrones que se habían alzado además con 15.677 dólares y que después huyeron. El proceso comenzó el 31 de mayo de 1921 y estuvo viciado desde el comienzo. Los jueces no escucharon a un testigo que declaró a la policía que Sacco y Vanzetti no eran los hombres que había visto disparar durante el robo. Ni tomaron en cuenta que el cónsul italiano declaró que, a la hora del crimen, Sacco se encontraba en su despacho. Ni siquiera que la bala homicida era de un calibre diferente de la del arma secuestrada a los anarquistas. Peor aún, Sacco y Vanzetti fueron condenados incluso después de que Celestino Madeiros, compañero de prisión, confesó haber sido él uno de los asesinos de los empleados de la fábrica de calzado Slater and Mornil de South Baintree. Tampoco sirvió de nada la ola de indignación que la injusticia del proceso provocó en la opinión pública norteamericana y mundial.

Foto Manifestación en solidaridad con Sacco y Vanzetti


La evidente persecución ideológica y xenófoba de las autoridades de EE.UU. quedaba en evidencia en declaraciones como las del presidente del tribunal, Webster Thayer, que dijo en una de las audiencias: Los imputados en el asesinato son culpables de socialismo. Un gran movimiento de solidaridad recorrió el mundo y en casi todos los países se formaron comisiones para intentar ayudar a los dos anarquistas. A pesar de las prohibiciones, manifestaciones obreras y protestas multitudinarias se sucedieron en Londres, Nueva Delhi, París, Roma y Buenos Aires, entre otras capitales del mundo. Por ellos se produjo la primera huelga internacional (que se cumplió en casi todos los países del mundo) y pidieron clemencia Einstein, Marie Curie, Bernard Shaw, Orson Welles y Miguel de Unamuno además de otros intelectuales, científicos, actores y organizaciones defensoras de los derechos civiles. La ejecución de Sacco se llevó a cabo a las 0.19 del 23 de agosto de 1927 en la silla eléctrica y siete minutos después una potente corriente eléctrica acabó con la vida de Vanzetti. Si no hubiera existido este acto de injusticia probablemente hubiéramos muerto en el anonimato y nuestras palabras, ideas y sufrimientos no significarían nada. Desde hoy nuestra muerte es lo único que cuenta. Nuestra condena se ha convertido en nuestro triunfo, dicen que dijo Vanzetti cuando supo que el juez Thayer dictó la pena de muerte. Una inmensa procesión acompañó los dos ataúdes.



Foto Funerales de Sacco y Vanzetti



Después de la ejecución, la Corte Suprema -a través de la Hays Commission, el órgano de autocensura de los productores cinematográficos- ordenó la destrucción de todo el material filmado sobre la historia de los dos italianos. El proceso y su injusticia fue visto más que como una punición contra Sacco y Vanzetti como un escarmiento para la creciente fuerza del proletariado norteamericano compuesto por aquellos años de una inmensa mayoría de inmigrantes. Cincuenta años después de aquel 23 de agosto de 1977, Mitchell S. Dukakis, entonces gobernador de Massachusetts, rehabilitó la memoria de los dos italianos. Dukakis reconoció formalmente que Sacco y Vanzetti eran inocentes y que fueron condenados más por sus convicciones políticas y por su condición de inmigrantes que por cualquier prueba fehaciente contra ellos.

Quién Era Nicola Sacco


Italiano de la Puglia, de Torre Maggiore, provincia de Foggia, nació el 23 de abril de 1891. A los 17 años, fundamentalmente la situación de su familia lo llevó a emigrar.
Llegó a la tierra prometida en 1908, año de hambre y desocupación. A pesar de tener conocimientos de mecánica no encontró trabajo en este oficio. Los extranjeros no eran considerados para las tareas especializadas y apenas si conseguían trabajo en fábricas. Consiguiendo una colocación como zapatero en la fábrica de calzados de Kelly.
Cuando estalla la guerra Sacco se define contra ella. "Esta guerra no es para empuñar el fusil... se hace en beneficio de los grandes millonarios" dirá más adelante.En la lucha antibélica organiza mítines y conferencias. Participa activamente en la huelga de Middford, y en todas las luchas por la libertad de muchos de sus compañeros.Su capacidad de amor y de ternura hacia su compañera Rossina y hacia su hijo se vuelca a todos los seres humanos, a su clase explotada, y lo impulsa a la lucha social.


CARTA DE NICOLA SACCO A SU HIJO DANTE





Foto: Nicola Sacco, su hijo Dante y Rossina su esposa




18 de agosto de 1927
Mi querido hijo y compañero:
“He tenido siempre la idea de escribirte esta carta, pero la huelga de hambre y el pensamiento de que tal vez no lograra explicarme bien me han hecho retrasarla todo este tiempo. /…/
Si no ocurre nada entre el viernes y el lunes, nos electrocutarán el 22 de agosto… Por lo tanto, aquí estoy contigo lleno de cariño y con el corazón abierto, como he estado siempre en el pasado. /…/
Creo que nuestro afecto recíproco es hoy más profundo que en cualquier otro momento, pues no sólo es muy grande, sino que se puede comprobar el amor fraterno no solamente en la alegría, sino también en la lucha y en el sufrimiento. Recuerda esto, Dante. Hemos demostrado esto y, modestia aparte, estamos orgullosos de ello. /…/
Lo que voy a decirte ahora te va a conmover, pero no llores, Dante, porque se han derramado muchas lágrimas en vano, y tu madre ha llorado durante siete años sin que sirviera para nada. Así que, hijo mío, en lugar de llorar, sé fuerte para poder consolar a tu madre, y cuando quieras distraerla de su desaliento, te diré lo que yo solía hacer. La llevaba a dar un largo paseo por el campo, a recoger flores silvestres de aquí y de allá, y a descansar a la sombra de los árboles, en medio de la armonía de los riachuelos alegres y la suave tranquilidad de la madre naturaleza, y estoy seguro de que a ella le gustará mucho que lo hagas, y tú te sentirás feliz con ello.
Pero recuerda siempre, Dante, que en el juego de la felicidad no tienes que usarla para ti solo, sino mirar un paso detrás de ti. Ayuda a los débiles que piden ayuda, ayuda a los perseguidos y a las víctimas, porque ellos son tus mejores amigos; son los camaradas que luchan y caen, como cayeron ayer tu padre y Bartolo por la conquista de la alegría, de la libertad para todos los pobres trabajadores. En esta lucha por la vida encontrarás más amor y serás amado.
Lo que tu madre me ha contado que decías durante esos días terribles en que estaba en la celda de los condenados, en ese lugar inicuo, me ha dado una gran alegría, porque me demostraba que serás el muchacho querido con el que siempre he soñado.
Por lo tanto, suceda lo qué suceda mañana, cosa que nadie sabe, si nos matan no debes olvidar mirar a tus amigos y camaradas con la misma sonrisa de gratitud con que miras a los seres queridos, pues ellos te quieren del mismo modo que quieren a todo camarada perseguido que ha caído. Y esto te lo dice tu padre, que te ha dado la vida, tu padre que te ha querido y los ha visto y que conoce la nobleza de su fe (que es la mía) y el gran sacrificio que siguen haciendo por nuestra libertad; pues he luchado con ellos y son los que tienen aún nuestra última esperanza y hoy pueden todavía salvarnos de la silla eléctrica; es la última lucha entre los ricos y los pobres por la seguridad y la libertad. Hijo, quiero que comprendas en el futuro esta inquietud y esta lucha a vida o muerte.
/…/ Dante, pueden crucificar hoy nuestros cuerpos, como lo están haciendo, pero no pueden destruir nuestras ideas, que servirán para los jóvenes que vengan después.
Dante, cuando antes he dicho tres seres humanos enterrados, quise decir que con nosotros hay otro joven que se llama Celestino Madeiros, al que van a electrocutar al mismo tiempo que a nosotros. Ha estado ya dos veces antes en esa horrible celda de los condenados, que deberían destruir las piquetas del verdadero progreso, esa horrible celda que será para siempre la vergüenza de los ciudadanos de Massachusetts. Deberían destruir el edificio y levantar una fábrica o una escuela para enseñar a muchos de los cientos de huérfanos pobres del mundo.
Te pido una vez más que quieras a tu madre y estés cerca de ella y de los seres queridos en estos días; estoy seguro de que con la ayuda de tu valor y de tu bondad sentirán menos la pena. Y tampoco olvidarás, hijito mío, quererme a mi también un poco, puesto que pienso tanto y tan a menudo en ti.
Saludos fraternales a todos los seres queridos; muchos besos a tu pequeña Inés y a tu madre. Para ti, un abrazo de todo corazón.
Tu padre y compañero.