BARLETTA

Es una de las tres capitales de la provincia BAT, situada en la parte meridional del Golfo de Manfredonia, une su existencia al Mar Adriático.
Se desarrollo de hecho como puerto de Canosa en época romana conocida con el nombre de Bardulos o Barulum, a pesar de que su origen pertenece a algunos siglos antes como demuestran los hallazgos de un asentamiento apulo (siglo IV a.C.)
En su territorio durante la Segunda Guerra Púnica el general cartaginés Aníbal derrotó duramente al ejército romano en Canne (216 a.C.). Algunos restos de Canne, destruida por el normando Roberto el Giuscardo en el siglo XII, son todavía hoy visitables.
Barletta se desarrolló por tanto como puerto de Canosa durante todo el período romano y en el siglo IV fue puesto en marcha la construcción de un nuevo muelle que ha llegado hasta nuestros días.
Con la difusión del cristianismo fue construido el primer edificio de culto, entre el 584 y el 590 Barletta asumió parte de la ciudadanía de Canosa que se hallaba en fuga por el descenso en Italia de los Longobardos.
Pasó con la guerra greco gótica (535-553) al poder de Constantinopla y fue englobada en sus posesiones occidentales, Barletta conoció como toda la región de Abulia (es decir: Puglia) un período de recesión sacudido por los continuos enfrentamientos entre Longobardos y Bizantinos y por las incursiones de Sarracenos que llegaban vía marítima desde el Mediterráneo así como de la isla de Sicilia conquistada en el siglo IX.
Al enfrentamiento se añadieron además los normandos, que intervinieron en primer lugar como mercenarios al servicio de los longobardos así como escoltas para los fieles que visitaban los centros religiosos de Apulia pasando posteriormente a reivindicar un papel político y derechos sobre el territorio y esto les llevó a la progresiva conquista de la región (en la primera mitad del siglo XI).

Castello di Barletta
Con la llegada de las cruzadas (siglos XII y XIII) Barletta se convirtió en parada obligada para los cruzados en viaje a Tierra Santa, parada que realizó también el emperador Federico II el cual antes de partir reunió al parlamento de los Barones (1228).
Precedentemente Barletta obtuvo el título de ciudad de Tancredi de Altavilla y se convirtió en sede episcopal (1190) por obra del Patriarca Rondolfo, escapado de Jerusalén, huyendo de los musulmanes.
La caída de los suevos a manos de los angevinos coincidió para Barletta con el período de máximo desarrollo económico debido al fuerte crecimiento del comercio con Oriente gracias a la gran flota de naves dedicadas al transporte comercial (siglos XIV y XV).
El 4 de febrero de 1459 en la ciudad fue coronado Fernando I de Aragón.
Con el regreso de los franceses y el inevitable choque con los españoles Barletta fue protagonista de uno de los enfrentamientos más famosos de la época: el Desafío de Barletta. A favor de los españoles se alinearon 13 caballeros italianos al mando de Ettore Fieramosca contra 13 franceses capitaneados por Guy de La Motte, el cual había denigrado el valor militar italiano. El enfrentamiento tuvo lugar entre Corato y Ruvo de Puglia y vio la derrota de los franceses (13 de febrero de 1503).
En el 1528 las topas francesas al mando de Lautrec saquearon la ciudad que no se repuso durante siglos que también fue dañada por los terremotos y brotes de peste que castigaron a la ciudad durante el siglo XVII. Resurgió más tarde, adhiriéndose a la republica de Nápoles y con su unión al Reino de Italia (1860).




Durante la Segunda Guerra Mundial el Valor militar de la ciudad fue reconocido con 11 medallas de oro y 215 medallas de plata.
Barletta es hoy una localidad turística balnearia de primera importancia por sus playas bien equipadas, así como por su patrimonio artístico indiscutible que pasa por su magnífico Castillo Suevo hecho construir por Federico II en el siglo XIII, la románica Basílica del Santo Sepulcro, la Catedral románico-gótica y su bellísimo centro histórico donde es posible admirar palacios nobiliarios así como pasear por el burgo medieval.
Símbolo indiscutible de la ciudad es el Coloso, estatua en bronce de 5,20 metros de alto, del período romano que llega a nosotros increíblemente intacta, la cual representa al emperador Valentiniano I, del Imperio Romano de Oriente. De factura bizantina, se encuentra en el flanco izquierdo de la Iglesia del Santo Sepulcro. El coloso se presenta con vestimentas imperiales romano bizantinas correspondientes a un jefe militar de altísimo rango. La cruz en la mano derecha y la esfera en la izquierda son los símbolos de la majestuosidad imperial.
En las cercanías de Barletta se puede visitar Canne, lugar de enfrentamiento entre Cartagineses y Romanos en el 216 a.C.


PERSONAJES ILUSTRES DE LA CIUDAD:
Coronel Francesco Grasso (héroe de la Gran Guerra);
Carlo Cafiero (1846 - 1892), patriota, colaborador del anarquista Bakunin;
Giuseppe Curci (1808 - 1877), músico y compositor;
Giuseppe De Nittis (1846 - 1884), pintor impresionista de gran talento;
Michele Genovese (1907-1980), en arte "Piripicchio", definido como el "Charlie Chaplin italiano";
Carlo Maria Giulini, director de orquesta famoso e importante;
Pietro Mennea, durante 17 años recordista mundial del 200 metros y medalla de oro olímpica (Moscú, 1980);

Michele Genovese “Piripicchio”

“Por su simpatía será para siempre un personaje amado por el pueblo. A quién lo ha conocido basta con mencionarle su nombre, y espontáneamente se materializa una luminosa sonrisa de divertidos recuerdos”

Michele Genovese más conocido por el nombre artístico Piripicchio (nació en Barletta el 5 de julio de 1907, falleció en Bitonto el 1 de agosto de 1980) fue un actor cómico, artista de la calle y mimo italiano.
Piripicchio, definido como el "Charlie Chaplin pugliese", represento una de las últimas máscaras de la Comedia del Arte en Italia, una máscara de una comicidad alusiva irresistible, dotada de una mímica extraordinaria.
Vestía con frac, bombetta, bigotes – a la Charlot- y un gran clavel rojo en el ojal de la solapa del saco. El accesorio característico y parte fundamental de la coreografía era el bastón de bambú, delgado y muy flexible, que manejaba con brío y desenvoltura; frecuentemente lo apuntaba al suelo y, después le hacía dar un pequeño salto en el aire, lo aferraba al vuelo, acompañando con gestos alusivos, golpes de gracia, vivaces y, tal vez, impulsivos. Normalmente a la tarde improvisaba pequeños espectáculos de calle, a los cuales asistía siempre una multitud de personas de distintas edades. También eran espectadores quienes se asomaban a las ventanas o a los balcones. Al término de la exhibición, dejaban en la bombetta alguna moneda o bien un cigarrillo de exportación, agradeciéndole así las pequeñas evasiones que él les ofrecía en su vida cotidiana. El pobre Piripicchio no buscó la riqueza, si no aquellos detalles particulares del público que lo quería y, sobretodo, la alegría de ver a los niños acudir felices, cuando sentían sonar el tambor que lo anunciaba, y seguirlo rumorosos, cuando se desplazaba. Recitaba por las calles como los grandes juglares de raza, con una voz entonada y estentórea. Muchos lo recuerdan con su figura elegante y paradójica, grotesca y poética. Con su muerte, el espectáculo artístico callejero perdió su último testimonio y, acaso, también uno de sus exponentes más sinceros.