Mi testimonio sobre don Tonino Bello (2 Parte)


Quisiera continuar con unas anécdotas en las cuales don Tonino entra en contacto con un mundo de jóvenes lejanos, y tal vez contrarios a la Iglesia y logra convertirse en su líder. Es el don Tonino que los no católicos aún hoy no pueden olvidar.
En Ruvo había acontecido un terrible suicidio: un joven empleado de la recolección de la basura, en un estado de depresión y de abandono, había madurado el gesto de ahorcarse en la soledad de su casa. Casualmente unos meses antes del suicidio se había acercado a la Cooperativa l’Agorà, a la cual yo pertenecía, y era conocida como una cueva de extremistas. Se había acercado porque estaba sin trabajo. Luego el empleo en la recolección de basura, luego el suicidio. Observamos que la noticia de su muerte se trató de ocultar, como algo vergonzante, se dio sepultura al pobre muchacho en silencio. A alguno de nosotros, no a mí, se le ocurrió la idea de hacer público este dramático hecho donde un joven como nosotros era víctima de la soledad y de prejuicios. Hago presente que todos mis amigos de l’Agorá  no eran creyentes, más bien agnósticos en cuestiones de fe. De toda forma, se pensó, en llamar a don Tonino;  yo fui el encargado de hacerlo, con la discreción de siempre  y lleno de miedo de molestar por pavadas una persona tan ocupada. Ni bien se enteró de la noticia, nos asombró y nos anticipó como siempre; no dio simplemente su participación a distancia al problema, sino que se trasladó hasta Ruvo y nos encontramos con él después de una hora en la capilla del cementerio de Ruvo don Tonino, yo, algunos integrantes  de la cooperativa seguramente no creyentes, y don Vincenzo Pellicani, párroco de San Giacomo, estupefacto con la presencia de estos jóvenes izquierdistas a un funeral que tendría que haberse desarrollado en el más total anonimato. Don Tonino quiso celebrar misa en memoria de ese muchacho y una vez más los no-creyentes se encontraron nuevamente asistiendo a una misa y  escuchándolo hablar de Dios. Aún hoy, a distancia de 24 años aquellos amigos míos no pueden olvidarse de esta misa. En particular quisiera poner a prueba de mi testimonio un queridísimo amigo mío, Mauro Ieva, que a pesar de definirse agnóstico, venera el recuerdo de don Tonino como el de un verdadero santo que lo llevó a dudar de su propio agnosticismo,  tal vez don Tonino fue una de las pocas personas de fe que pusieron en crisis su agnosticismo fuertemente ideologizado.
Muy sabrosos son los momentos que recuerdo, cuando, mientras yo conversaba con él, alguien le avisaba que había una llamada para él de Roma, entonces lo veía retorcerse como un niño frente a padres o maestros demasiado celantes. Regañaba y decía cosas  así: “¿Otra vez? ¿Que querrán de mí? Seguramente para retarme de algo. Sabes que el Cardenal... (no quisiera equivocarme y por eso no escribo el nombre, pero sin embargo era un cardenal africano) se fijó y me hizo la observación que yo no uso un traje adecuado a mi condición de obispo... Le hubiera querido decir, pero,  Eminencia, en África nadie viste de negro como Ud., se usan colores, justamente Ud. ¿me viene a retar por eso?  No sé si estas cosas las dijo en serio, pero era muy sabroso escucharlo. Otra vez, con la sagacidad e ironía que usaba casi exclusivamente en las conversaciones privadas, para no ofender nunca al interlocutor, me leyó unos renglones que le llegaron de la Congregación para el Culto donde se acusaba como “gestos de extemporánea modernidad” la entrega al Padre Ignazio de Gioia de un pedazo de la Ostia grande de la misa de su despedida, para que lo entregara al obispo de Viedma, en la Argentina, Mons. Hesayne. “Modernidad”, ¿qué modernidad?, Habrán leído a los Padres de la Iglesia, ¿sabrán qué es el “fermentum”, gesto antiquísimo de comunión entre obispos?”



Una noche de la C.A.S.A. (Comunità di Accoglienza e Solidarietà Apulia – Entidad dedicada a acoger drogadependientes, recuperarlos y reinsertarlos en la sociedad) se había escapado una chica drogadicta. La C.A.S.A. no era una cárcel; cada uno era libre de irse cuando quisiera, pero después de haberse escapado, no podía volver más. Don Tonino se hallaba allí casualmente y, enterado de la noticia, me dijo: “ven, vamos a buscarla”. Sería la una o las dos de la noche, cuando salimos con su autito (un Fiat 500) rumbo a los típicos lugares que eran frecuentados por drogadictos. No sé como, pero nos encontramos en Bisceglie y Trani, en las plazoletas frecuentadas por drogadictos, este cura con sotana que a las dos de la mañana preguntaba a los chicos presentes en esas plazoletas si habían visto la chica que buscábamos. Regresamos a las 3 de la mañana, lamentablemente sin éxito. Era asombroso como se había prodigado por esta chica por que sabía que, si no volvía pronto, don Nino Prudente, razonablemente, no le permitiría reintegrarse a la comunidad. Tuve la clara sensación que no amaba a los hermanos como entes colectivos y todos de la misma forma sino amaba a cada uno de forma individual como si cada uno que él encontraba fuera su padre, su madre, su hermano de sangre o un carísimo  y viejo amigo, se dedicaba a la persona individuo como si fuera la única que él amaba, a quien quería.

A propósito de la C.A.S.A., puedo atestiguar que para el nacimiento de esa estructura don Tonino dio propio su alma. Junto a don Nino tocaron materialmente a muchas puertas, sufriendo muchos rechazos. Luego, la propuesta del empresario edil Scardigno que hizo que el sueño de don Tonino y don Nino, de ofrecer un lugar de acogida para los drogadictos que querían recuperarse, se hiciera realidad. Don Tonino  con esta iniciativa entusiasmó un poco a todos y los primeros tiempos de la C.AS.A. fueron maravillosos con la participación de muchísima gente de Ruvo, Molfetta, Giovinazzo y Terlizzi, que atrás del fuerte empuje de don Tonino, se involucraron. A pesar de los muchos compromisos, don Tonino tuvo una presencia constante en la C.A.SA.. muchísimos domingos concurría a celebrar la Eucaristía. Y se quedaba a almorzar y a cenar. Muchas veces traía consigo su maravilloso acordeón y, terminado el almuerzo, comenzaba a tocar.





Un verano quiso que todos los chicos de la C.A.S.A fueran de vacaciones al mar, a los lugares de su infancia, a la Marina di Tricase. Y, también en esta situación, como si fueran sus más queridos amigos, los llevó de vacaciones a su casa, a sus pagos, a hacer las cosas que, según él, hacían una vacación: disfrutar el mar, las zambullidas, los erizos. Él en persona los acompañó. Tengo grabado en mi memoria su físico atlético que se zambullía en el mar junto con los chicos... y se sumergía en profundidad en la búsqueda de erizos!
Aún en este caso, me guió, sin decirme nada en esta elección de involucrarme en esta actividad de recuperación. Aún hoy estoy agradecido, algunos de estos chicos se hicieron queridos amigos, ya afuera del drama de la droga. Entre ellos quisiera recordar a Alfonso, tan querido, fallecido algunos años después de haberse casado y vuelto a una vida sana y santa.
Con el pasar del tiempo, muchos voluntarios abandonaron la C.A.S.A. en desacuerdo con don Nino Prudente, que mostraba una personalidad demasiado fuerte, rígida (en general, típica de los líderes de las comunidades de recuperación). Entre ellos, también estuve yo; tuve varias discusiones con don Nino y decidí abandonar la C.A.S.A.. Don Tonino sin embargo, que tenía esa capacidad de estar en comunión con todos, sobretodo con sus curas, a pesar del carácter “podrido” de don Nino y las críticas que le hacían muchos (también yo, más de una vez, había hablado de eso con don Tonino, manifestando los puntos de contraste), no dijo nunca una palabra crítica sobre el actuar de don Nino Prudente y lo acompañó en su actuar hasta el final. Recuerdo que frente a mis críticas sobre el comportamiento de Don Nino, don Tonino compartía plenamente mis críticas, pero a la vez apoyaba plenamente a aquel cura, porque consideraba que tenía verdadero amor hacia los últimos.
Sobre la objeción de conciencia don Tonino se anticipó mucho los tiempos. Cuando aún los objetores eran mirados entre ojos también por los progresistas católicos, el tomó en confianza un grupo de objetores de la “Casa per la Pace” y trasformó una experiencia marginal en elemento central de un discurso sobre la paz y la no violencia a nivel nacional e internacional.




Se trasformó en un líder del  movimiento pacifista no violento de la década de los ’80 y tuvo como  lema distintivo la idea de la reconversión industrial: la trasformación de las fábricas de armas en industrias de paz. No era un técnico del sector pero su visión nacía de una profunda digestión del mensaje profético veterotestamentario (relativo al Antiguo Testamento), leído por don Tonino como  revelación escatológica de aquel devenir que, según él, nos está llevando “hacia momentos espléndidos de la historia”. La profecía de Isaías sobre las armas que se trasforman en arados, don Tonino la veía materializada en propuestas de reconversión industrial. Es por eso que el gremialismo fue involucrado por sus discursos que demostraron no ser delirios de un loco sino propuestas concretas que servían a los trabajadores de la industria bélica, muy desarrollada en Italia. Lo invitaban a hablar sobre el tema pero, en lugar de disertaciones especificas, hacía discursos fuertemente idealizados, utópicos y bíblicos. El auditorio, en lugar de quedar desilusionado, quedaba entusiasmado y lo invitaban  nuevamente como si don Tonino llevara a los profesionales del gremialismo industrial lo que a ellos les faltaba: el idealismo profético.




La Route de Pax Christi que hubo en Molfetta fue para mí la ocasión de conocer de cerca su pasión por la paz. Estuvo en medio de nosotros, participantes de la route, jóvenes de 20-30 años, como uno más, conociendo los problemas de todos, almorzaba con nosotros y tocaba divinamente  su acordeón. A nuestro grupo le tocó  traducir en inglés su mensaje a la Route. Entonces me di cuenta que su sofisticada riqueza lexical hacia inmensamente difícil la traducción ya que cada palabra tenía un bagaje cultural, etimológico, histórico, onomatopéyico que hacia ardua la traducción. Pero lo logramos, en aquel mensaje había, con su digestión total del mensaje bíblico, identificado el punto cardinal Sur, símbolo de los pueblos a la espera de liberaciones, con el Oriente (Este), sagrado para las religiones monoteistitas y, en primer lugar, al Cristianismo como símbolo de Cristo.
Como todos saben la objeción fiscal no ha sido vista de buen ojos por los moderados y sería escandaloso por un ministro de la moderación como el obispo. Don Tonino también sobre este tema mostró su originalidad. Entendió que, más allá de las distinciones de la casuística de la teología moral, a la sombra de la objeción fiscal se movía un gran movimiento ideal que con coraje luchaba contra los síntomas de muerte presentes en la sociedad. In primis fue objetor fiscal y por eso fue acusado por políticos católicos y no (entre ellos recuerdo el nombre de Spadolini). También yo había sido un objetor fiscal de la primera hora. Así que llegó mi momento cuando el oficial judicial se presentó a mi casa para pedirme el pago debido. La praxis de los objetores fiscales era la de rehusarse de pagar oponiendo una resistencia no violenta basada sobre recursos jurídicos y sobretodo llegando al embargo judicial como gesto con gran repercusión pública sobre esta corajuda acción contra la guerra. Yo, como buen objetor fiscal, propuse al oficial encargado de embargarme una serie de libros sobre la paz. Pero la oficina de cobranza no quiso estar a mi juego, rechazó la propuesta y quisieron embargar un elegante aparador recuerdo de mis padres. Y me comunicaron el día de la subasta donde iban a rematar el mueble. Ni bien se lo comuniqué a don Tonino, él, asombrándome como siempre, me dijo: “¿A qué hora me dijiste?, bien,  yo también iré a la subasta y, si me alcanza el dinero, te compro yo el aparador”. Ni bien la oficina de cobranza se enteró que en la subasta iba a estar don Tonino y  en consecuencia, muchísima gente, la canceló y aún hoy, después de 25 años de estos acontecimientos, no me han pedido la poca plata que, según ellos, le debía al fisco.