Saludos a todos y Felices fiestas…


Nuestros más sinceros deseos de Felicidad en estas fechas. Contribuyamos a que la felicidad sea para todos, consumir poco y compartir mucho.
A todos nuestros amigos un enorme abrazo y continúen visitándonos.

¡Feliz Navidad y Feliz año 2012!!


Mi testimonio sobre don Tonino Bello (3 Parte)

También con los “marroquíes” su compromiso fue ejemplar. Ruvo, sobre ésta ciudad fue su punta de diamante, ya sea porqué en Ruvo se concentraba un gran número de marroquíes residentes, que después se desparramaban por todo el territorio de la provincia de Bari, o porque en Ruvo tuvo lugar la corajuda iniciativa de la Parroquia Sagrada Familia de implementar una actividad de acogida. Soy testigo que los domingos y los feriados quería que unos marroquíes almorzaran con él en la C.A.S.A.. Participó de la inauguración de un centro legal de asistencia a los extranjeros, perteneciente a una organización sindical cercana al Partido Comunista  (Alleanza Contadini o Unione Coltivatori). Acompañó continuamente el compromiso de don Grazio Barile y de su parroquia en defensa de los derechos de los inmigrantes. Resumiendo, soy testigo que, contrariamente a lo que está pasando hoy en Italia donde la inmigración ilegal es considerada como un crimen, luchó para la acogida y la integración de los extranjeros y apoyó cualquier movimiento a favor y solidario con los inmigrantes, sin mirar al origen ideológico.





Un suceso que marco la historia de la capital de la Puglia, tuvo lugar en el caluroso verano de 1991. A primeras horas de la mañana del 8 de Agosto, llegó al puerto de Bari la nave “VLORA”, procedente de Albania, con la impresionante carga de más de 20.000 desesperados albaneses, que escapaban a la miseria y la terrible situación que atravesaba por aquel entonces su país. Las autoridades locales desconcertadas, ante la falta de respuesta del gobierno italiano del presidente Francesco Cossiga, tomaron la polémica decisión de confinarlos en el “Estadio de la Victoria”, para su identificación y posterior distribución a distintos centros.



Se presentó en pleno agosto (1991) en el estadio de Bari (stadio della Vittoria), trasformado en un lager (campo de confinamiento) para millares de albaneses encerrados adentro. Descuidándose de los insultos que ya había recibido el alcalde de Bari (Enrico Dalfino) de parte del Ministro de turno por protestar sobre la situación inhumana a que sometía a los albaneses, se presentó Don Tonino en las puertas del estadio junto con Renato Brucoli, director de la Revista diocesana. Allí tuvo aquella visión profética, soy testigo de haberla escuchado directamente de él, que las madres de aquellos millares de albaneses  que, en modo sacrílego, recibían burlas por sus sacrificios de amor, ellas los habían paridos con dolor y amor, criados con amor y afecto desde chiquitos; aquellos queridos hijitos eran maltratados casi como animales.
Don Tonino apoya indiscriminadamente la conducción “laica” de “Luce e Vita”, Revista Diocesana, por parte de Renato Brucoli que, como Guglielmo Minervini, actualmente asesor del gobierno Vendola de la Regione Puglia, le creó no pocos problemas políticos ya que Renato no era uno que se quedaba callado frente a tantos hechos de corrupción política que caracterizaba la gestión política de los administradores de las comunas de la diócesis, casi todos del partido de la DC (Democracia Cristiana) y por eso se sentían con el derecho de no ser  molestados por el periódico diocesano, basándose en una larga tradición de colateralismo entre Partido e Iglesia. Puedo hablar de estas cosas porque en ese entonces yo frecuentaba y era muy amigo, ya sea de Renato Brucoli y también de Gugliemo Minervini. Sólo cuando Renato Brucoli, decidió entrar en política como candidato de la “Rete”, don Tonino le pidió que renunciara a la conducción de la revista. Tal vez como signo que la Revista no estaba relacionada a ningún partido político.



 Il Signore



Cuando yo tenía 29 años, si alguien improvistamente me hubiese preguntado donde estaba la Patagonia, era probable que le hubiera contestado que no lo sabía con certeza. A una distancia de casi 35 años, a pesar que, por razones profesionales estoy viviendo en Córdoba, me encuentro completamente encarnado en el medio ambiente social y cultural de la Patagonia Argentina. Hubiera podido  imaginarlo? Qué papel tuvo don Tonino en todo esto? Podría decir que, en el bien y en el mal, si hoy estoy escribiendo desde Córdoba y no de Italia, se lo debo a don Tonino.
Vivía aún mi padre y yo recién había regresado a vivir a Ruvo (gracias a don Tonino). Lo fui a ver y le expresé el deseo de hacerme cura. Había estado 4 años en el Seminario y en el Noviciado de los Misioneros de la Consolata, con el fin de llegar a ser cura misionero. No había sido admitido a los votos en 1980 por “el excesivo  espíritu rebelde y crítico”, según la opinión del maestro de noviciado, Padre Francesco Peyron. Sufrí muchísimo ese rechazo, pero por mucho tiempo decidí no insistir. Pero cuatro años después, habiendo conocido a don Tonino, sentía el deseo de compartir con él su fervor apostólico. Era como si él hubiese despertado en mí el adormecido fervor apostólico. Tal vez, como los pescadores del mar de Galilea que, mientras pescaban tranquilamente, fueron trasformados en pescadores de hombres. Es un poco lo que pasa a los discípulos de los santos que, después de haberlos conocido, quieren seguirlos en sus caminos. El fue entusiasta de mi decisión de querer probar mi vocación apostólica. Hubiera querido que yo entrara ya en el Seminario, pero yo pedí que mi prueba antes de la decisión fuera la misión, es decir un periodo de voluntariado en territorio de misión. El, que nunca contradecía todo lo que venía del corazón, aceptó mi propuesta y, después de unos segundos de reflexión, me dijo: “Como no!, está el pobre don Ignazio solo en la Patagonia, podrías estar con él un par de años y darle una mano!”. Y así inició mi camino hacia la Patagonia. Otra vez él me conducía hacia caminos que nunca hubiera imaginado.
Cuando yo salí para la Patagonia, don Tonino estaba convencido que yo lo hacía como preparación al sacerdocio. De parte mía, con mi inseguridad que me llevaba dentro, le rogué de no publicitar este objetivo, ya que quería ser dejado en un estatus de libertad para mis decisiones. Don Tonino, de su lado, supo respetarme sobre este argumento, dejándome en la máxima serenidad. Después de un año de estar en Argentina, conocí a Jeannette, mi actual mujer y decidimos que nos íbamos a casar. Preparé una larga carta para explicarle a don Tonino, como si me debiera disculparme con él de esta traba a mi proyecto vocacional pero, como siempre, él me sorprendió anticipando mis deseos por la alegría con la cual acogió la noticia de mi matrimonio. Tuve la sensación que él gozaba de cualquier decisión madurada en la libertad.

Ni bien llegado de Argentina con mi  mujer y Luis, nuestro hijo, en 1989, fuimos a visitar a don Tonino, sobretodo porque mi mujer no lo conocía y yo tenía muchas ganas de presentárselo. Quisiera subrayar como don Tonino, la noche que llegamos a Ruvo, nos esperó casi toda la noche en casa de la vecina Filomena. Sabroso también es el episodio relatado por él cuando en el corazón de la noche (tal vez para él la noche era algo distinto que para los demás), tocó el portero eléctrico de un vecino, Domenico Mastrorilli, conocido por su compromiso político, comunista y ya intendente de Ruvo, para pedirle noticias mías y recibió una mala respuesta por haberlo molestado a esa hora de la noche. Fuimos a verlo al  Obispado y, ni bien nos vio nos abrazó contento y familiarmente nos encontramos en la cocina. Luis, que tenía cinco años, había vislumbrado una sandía enorme que estaba sobre la mesa de la cocina. Don Tonino se dio cuneta y le dijo “Te gusta? La querès? Llévatela!“ y le metió entra las manitos esa enorme sandía con Luis tambaleante y feliz como una  Pascua. Pequeños gestos de generosidad que hacían la fuerza humana de don Tonino, una humanidad profunda que acompañaban su alta religiosidad. Y fue en esa ocasión que, enterándose que sabiendo de nuestro matrimonio y no pudiendo participar por otro matrimonio en el Salento, nos aseguró que iba a ser lo imposible para venirnos a ver ni bien regresado del Salento. Y así fue, pasada la medianoche, llegó a la sala, que se encontraba en campo abierto, donde se festejaba el matrimonio en la sorpresa general de todos y sobretodo nuestra; fue el milagro de Canà en el corazón de la noche que trasformó el agua en vino. Todos los invitados recuerdan aquella presencia improvisa que bendijo nuestra boda. Sin embargo en este matrimonio él tenía algo que ver. Quisiera evidenciar el recuerdo de don Tonino por parte de mi hijo Luis Eduardo Adessi Cofré. Hoy tiene 26 años. La última vez que vio a don Tonino tenía sólo seis años pero lo recuerda como uno de familia y conserva la anécdota de sus encuentros con él con gran lucidez.

Me entero de la enfermedad de don Tonino (un cáncer de estómago) los últimos días de Agosto de 1991. Meses antes habíamos decidido volver a la Argentina, sobretodo por que Jeannette sufría mucho la lejanía de su patria y yo conservaba aún la característica de entusiasmarme frente a hipótesis de hacer valijas y partir. Habíamos salido para Argentina en Junio con la intención de quedarnos ya que pensaba que me habrían dado trabajo en una escuela italiana de San Carlos de Bariloche. La cosa no resultó. Pasé dos meses en búsqueda de trabajo. No encontrándolo, decidí de volver solo a Italia y retomar el trabajo de profesor (aún no había renunciado a mi cargo) para poder por lo menos mandar algo de plata a mi mujer y a mi hijo que quedaban en Argentina. Ni bien regresé a Italia la primera persona a quien llamé fue a don Tonino. Lo encontré de casualidad ya que estaba por viajar al Salento. Me dijo que iba por algunos exámenes que quería hacerle su hermano médico, relacionados a la úlcera que lo hacía sufrir… una cosa de nada y habría regresado pronto. La úlcera se reveló como un cáncer y don Tonino fue operado de urgencia.
La primera cosa que hizo el clero, para protegerlo del cansancio fue la de nombrarle un secretario como filtro; nunca don Tonino tuvo un secretario. Mi sensación fue que, aún aceptando aquella resolución de sus colaboradores, sufrió mucho por ella. No había nunca activado un contestador automático que había comprado por qué detestaba todos los artificios en las relaciones humanas y creía en la espontaneidad e inmediatez de las relaciones humanas.
Los pocos meses que me quedé en Italia lo ví siempre optimista en relación a su enfermedad. Estaba convencido que la operación practicada en el Salento había eliminado  cada rastro del mal. Hablaba de una visita al famoso oncólogo Veronesi que lo había ulteriormente tranquilizado.

Son muchas las palabras de don Tonino que recuerdo, pero las que  llevo en mi corazón son las últimas que pude escuchar de su viva voz. Era el fin de octubre de 1991. Había decidido regresar definitivamente a la Argentina donde me aguardaban mi esposa y mi hijo, presenté la renuncia como docente de Religión (mis parientes me daban por loco y tampoco lo entendían en la escuela, ya que era la primera vez que alguien renunciaba a un “puesto de oro” como el de profesor.); estaba decidido de cortar los puentes sólo para reencontrarme con mi familia y buscar allí un trabajo. Cuando fui a despedirme de don Tonino, sin saber cuando iba a volver (regresé a Italia recién dos años después y no pude abrazarlo, ya había fallecido), me miró a los ojos y, contrariamente a mis parientes y colegas, me dijo: “Bravo, Mario, eso quiere decir que vos la quieres mucho”. Se refería a mi mujer, sabía que lo hacía sobretodo por ella y había entendido el sentimiento de amor que otros no habían entendido.
Aquellas palabras las llevo todavía adentro como su bendición final sobre una elección, la de abandonar Italia, dictada por el amor. Aún una vez más mi viaje de regreso a Argentina para reencontrarme con mi mujer y mi hijo fue bendecido por sus palabras que yo no le había pedido. El seguía preanunciando mi camino.





La noticia de la muerte de Don Tonino la recibí estando en Buenos Aires y lamentablemente no pude rendirle el último homenaje. Yo y mi esposa quedamos particularmente golpeados por aquella muerte ya que lo considerábamos parte de nuestra familia. Inmediatamente después de nuestro matrimonio mi mujer había quedado embarazada; pero tuvo un aborto espontáneo y  perdió el bebé. Desde entonces quedamos con el gran deseo de tener un hijo, pero quizás a causa del aborto, no lograba quedar embarazada. Habían pasado ya 3 años de nuestro casamiento y teníamos un gran deseo de tener otro hijo. Pero no ocurría que ella quedara embarazada. Por fin, en julio del 1993 nos enteramos que ella estaba embarazada. Fue una gran alegría. Esperábamos nuestro segundo hijo. Discutíamos sobre el nombre que le pondríamos y, como suele ocurrir en estos casos, no podíamos ponernos de acuerdo. El nombre femenino nos encontró en acuerdo: Grazia Francesca (son los nombres de mi madre y de mi padre, ambos fallecidos ya hace muchos años) pero sobre el masculino no había acuerdo. En navidad del año 1993, viajé a Italia donde permanecí un mes y medio. Estando allí y escuchando lo que se contaba sobre don Tonino y sobre el fuerte recuerdo que había dejado en todos, pensé que nuestro hijo (que iba a nacer a un año de la muerte de don Tonino), podríamos llamarlo Tonino; ese nombre simple que identificaba a nuestro obispo, iba a ser un homenaje, un recuerdo permanente de lo que él representó en nuestras vidas.
Cuando regresé a Argentina, me asombró el hecho que fue mi mujer quien se adelantó a decirme “Y porqué no lo llamamos Tonino Graziano?” ella consideró que el embarazo tan esperado y que parecía no llegar era una gracia de Tonino... por esta razón quería llamarlo Tonino. De ambos lados del océano habíamos llegado a la misma reflexión, habíamos sacado la misma conclusión (yo, sinceramente no había pensado que el embarazo había sido una gracia de don Tonino pero él, tal vez, desde el cielo había anticipado mi deseo y había seguido guiando mi vida) y habíamos llegado los dos a la misma conclusión. El parto fue dramático. Tonino era muy grande (4 kilos y 600 gramos) y mi mujer muy chiquita. Yo participé del parto como mi mujer lo había pedido. Su nombre había sido entregado a las autoridades de la clínica: Tonino Graziano. Mi señora tuvo un desgarramiento gravísimo del útero. Perdió el conocimiento por la fuerte hemorragia y se salvó por milagro, gracias a la inmediata intervención quirúrgica del ginecólogo (que casualmente era también cirujano)… otra gracia de don Tonino. Ese ginecólogo, Dr. Sergio Alonso, lo vimos después de un año por el otro embarazo de mi esposa, cuando nació Grazia Francesca. En esa ocasión afirmó que en su vida nunca se iba a olvidar del  parto de Tonino; había sido uno de los partos más difíciles y riesgosos de su carrera de famoso y renombrado profesional. Tuve hasta problemas con la burocracia argentina. Una ley argentina vetaba dar nombres extranjeros a los niños. Por eso el nombre Tonino (no Antonio que hubiese sido aceptado ya que se escribe de la misma forma sea en italiano que en español) no fue aceptado por el funcionario del registro civil. Yo insistí declarando que ese era el único nombre que quería dar a nuestro hijo. El empleado, ante mi insistencia, me reveló que la única forma para poder obtener el reconocimiento del nombre era presentarme personalmente ante las autoridades provinciales del Registro Civil y pedir la autorización para ese raro nombre. Salí entonces hacia la ciudad de La Plata (que dista 120 km. de Olivos, donde yo vivía) y me presenté a la Oficina del Director General del Registro Civil para pedir esa autorización. La conseguí y con ella volví triunfante a Olivos. Desde aquel momento el nombre Tonino fue aceptado por decreto como nombre posible para cualquier bebé de la provincia de Buenos Aires. Aún hoy, en un lugar importante de nuestra casa, está el retrato de don Tonino y cuando siendo pequeño, nuestro hijo Tonino preguntaba quién es?, le contestábamos que era don Tonino. Entonces el observaba “se llama como yo!”.




 Cementerio de Alessano_Tumba de Don Tonino


No tuve la oportunidad de poder visitar la tumba de don Tonino hasta Agosto de 1998. Me lo había propuesto en dos viajes anteriores pero no me fue posible. En el día del IX aniversario de mi matrimonio, decidí empezar el peregrinaje. Como verdadero peregrino, me desperté a las 5,30 horas de la madrugada y combinando los trenes (Bari- Nord, FS, Ferrovie del Sud-est), llegué a las 11:30 a la estación de  Alessano. Caminando llegué al pueblo y, desde allí, siempre caminando, bajo un sol que cocinaba, llegué al cementerio. Sentía como si don Tonino me estuviera esperando desde hacia más de 5 años. Llevaba conmigo una foto de Tonino, que ya tenía cinco años, para entregar a don Tonino como ex-voto. Sobre su tumba deje la foto con un papel escrito de mi puño y letra. Le prometía a don Tonino que volvería a visitarlo, pero esa vez con Tonino en persona, no sólo en fotografía. Lo logré en el verano de 2002. Y de esa oportunidad, guardo una hermosa foto con mi hijo Tonino, sentado sobre la tumba de don Tonino.
¿Por qué hablé de “ex –voto·? ¿Cuál fue la gracia o el milagro?
Me parece que en la historia de mi familia, aún después de mi muerte, el nombre de este obispo fiel a Jesucristo seguirá pronunciándose cada día. El me llevó por los misteriosos caminos hechos por viajes interoceánicos. Nada mejor que un hijo con su nombre.



 Mario ADESSI


Mi testimonio sobre don Tonino Bello (2 Parte)


Quisiera continuar con unas anécdotas en las cuales don Tonino entra en contacto con un mundo de jóvenes lejanos, y tal vez contrarios a la Iglesia y logra convertirse en su líder. Es el don Tonino que los no católicos aún hoy no pueden olvidar.
En Ruvo había acontecido un terrible suicidio: un joven empleado de la recolección de la basura, en un estado de depresión y de abandono, había madurado el gesto de ahorcarse en la soledad de su casa. Casualmente unos meses antes del suicidio se había acercado a la Cooperativa l’Agorà, a la cual yo pertenecía, y era conocida como una cueva de extremistas. Se había acercado porque estaba sin trabajo. Luego el empleo en la recolección de basura, luego el suicidio. Observamos que la noticia de su muerte se trató de ocultar, como algo vergonzante, se dio sepultura al pobre muchacho en silencio. A alguno de nosotros, no a mí, se le ocurrió la idea de hacer público este dramático hecho donde un joven como nosotros era víctima de la soledad y de prejuicios. Hago presente que todos mis amigos de l’Agorá  no eran creyentes, más bien agnósticos en cuestiones de fe. De toda forma, se pensó, en llamar a don Tonino;  yo fui el encargado de hacerlo, con la discreción de siempre  y lleno de miedo de molestar por pavadas una persona tan ocupada. Ni bien se enteró de la noticia, nos asombró y nos anticipó como siempre; no dio simplemente su participación a distancia al problema, sino que se trasladó hasta Ruvo y nos encontramos con él después de una hora en la capilla del cementerio de Ruvo don Tonino, yo, algunos integrantes  de la cooperativa seguramente no creyentes, y don Vincenzo Pellicani, párroco de San Giacomo, estupefacto con la presencia de estos jóvenes izquierdistas a un funeral que tendría que haberse desarrollado en el más total anonimato. Don Tonino quiso celebrar misa en memoria de ese muchacho y una vez más los no-creyentes se encontraron nuevamente asistiendo a una misa y  escuchándolo hablar de Dios. Aún hoy, a distancia de 24 años aquellos amigos míos no pueden olvidarse de esta misa. En particular quisiera poner a prueba de mi testimonio un queridísimo amigo mío, Mauro Ieva, que a pesar de definirse agnóstico, venera el recuerdo de don Tonino como el de un verdadero santo que lo llevó a dudar de su propio agnosticismo,  tal vez don Tonino fue una de las pocas personas de fe que pusieron en crisis su agnosticismo fuertemente ideologizado.
Muy sabrosos son los momentos que recuerdo, cuando, mientras yo conversaba con él, alguien le avisaba que había una llamada para él de Roma, entonces lo veía retorcerse como un niño frente a padres o maestros demasiado celantes. Regañaba y decía cosas  así: “¿Otra vez? ¿Que querrán de mí? Seguramente para retarme de algo. Sabes que el Cardenal... (no quisiera equivocarme y por eso no escribo el nombre, pero sin embargo era un cardenal africano) se fijó y me hizo la observación que yo no uso un traje adecuado a mi condición de obispo... Le hubiera querido decir, pero,  Eminencia, en África nadie viste de negro como Ud., se usan colores, justamente Ud. ¿me viene a retar por eso?  No sé si estas cosas las dijo en serio, pero era muy sabroso escucharlo. Otra vez, con la sagacidad e ironía que usaba casi exclusivamente en las conversaciones privadas, para no ofender nunca al interlocutor, me leyó unos renglones que le llegaron de la Congregación para el Culto donde se acusaba como “gestos de extemporánea modernidad” la entrega al Padre Ignazio de Gioia de un pedazo de la Ostia grande de la misa de su despedida, para que lo entregara al obispo de Viedma, en la Argentina, Mons. Hesayne. “Modernidad”, ¿qué modernidad?, Habrán leído a los Padres de la Iglesia, ¿sabrán qué es el “fermentum”, gesto antiquísimo de comunión entre obispos?”



Una noche de la C.A.S.A. (Comunità di Accoglienza e Solidarietà Apulia – Entidad dedicada a acoger drogadependientes, recuperarlos y reinsertarlos en la sociedad) se había escapado una chica drogadicta. La C.A.S.A. no era una cárcel; cada uno era libre de irse cuando quisiera, pero después de haberse escapado, no podía volver más. Don Tonino se hallaba allí casualmente y, enterado de la noticia, me dijo: “ven, vamos a buscarla”. Sería la una o las dos de la noche, cuando salimos con su autito (un Fiat 500) rumbo a los típicos lugares que eran frecuentados por drogadictos. No sé como, pero nos encontramos en Bisceglie y Trani, en las plazoletas frecuentadas por drogadictos, este cura con sotana que a las dos de la mañana preguntaba a los chicos presentes en esas plazoletas si habían visto la chica que buscábamos. Regresamos a las 3 de la mañana, lamentablemente sin éxito. Era asombroso como se había prodigado por esta chica por que sabía que, si no volvía pronto, don Nino Prudente, razonablemente, no le permitiría reintegrarse a la comunidad. Tuve la clara sensación que no amaba a los hermanos como entes colectivos y todos de la misma forma sino amaba a cada uno de forma individual como si cada uno que él encontraba fuera su padre, su madre, su hermano de sangre o un carísimo  y viejo amigo, se dedicaba a la persona individuo como si fuera la única que él amaba, a quien quería.

A propósito de la C.A.S.A., puedo atestiguar que para el nacimiento de esa estructura don Tonino dio propio su alma. Junto a don Nino tocaron materialmente a muchas puertas, sufriendo muchos rechazos. Luego, la propuesta del empresario edil Scardigno que hizo que el sueño de don Tonino y don Nino, de ofrecer un lugar de acogida para los drogadictos que querían recuperarse, se hiciera realidad. Don Tonino  con esta iniciativa entusiasmó un poco a todos y los primeros tiempos de la C.AS.A. fueron maravillosos con la participación de muchísima gente de Ruvo, Molfetta, Giovinazzo y Terlizzi, que atrás del fuerte empuje de don Tonino, se involucraron. A pesar de los muchos compromisos, don Tonino tuvo una presencia constante en la C.A.SA.. muchísimos domingos concurría a celebrar la Eucaristía. Y se quedaba a almorzar y a cenar. Muchas veces traía consigo su maravilloso acordeón y, terminado el almuerzo, comenzaba a tocar.





Un verano quiso que todos los chicos de la C.A.S.A fueran de vacaciones al mar, a los lugares de su infancia, a la Marina di Tricase. Y, también en esta situación, como si fueran sus más queridos amigos, los llevó de vacaciones a su casa, a sus pagos, a hacer las cosas que, según él, hacían una vacación: disfrutar el mar, las zambullidas, los erizos. Él en persona los acompañó. Tengo grabado en mi memoria su físico atlético que se zambullía en el mar junto con los chicos... y se sumergía en profundidad en la búsqueda de erizos!
Aún en este caso, me guió, sin decirme nada en esta elección de involucrarme en esta actividad de recuperación. Aún hoy estoy agradecido, algunos de estos chicos se hicieron queridos amigos, ya afuera del drama de la droga. Entre ellos quisiera recordar a Alfonso, tan querido, fallecido algunos años después de haberse casado y vuelto a una vida sana y santa.
Con el pasar del tiempo, muchos voluntarios abandonaron la C.A.S.A. en desacuerdo con don Nino Prudente, que mostraba una personalidad demasiado fuerte, rígida (en general, típica de los líderes de las comunidades de recuperación). Entre ellos, también estuve yo; tuve varias discusiones con don Nino y decidí abandonar la C.A.S.A.. Don Tonino sin embargo, que tenía esa capacidad de estar en comunión con todos, sobretodo con sus curas, a pesar del carácter “podrido” de don Nino y las críticas que le hacían muchos (también yo, más de una vez, había hablado de eso con don Tonino, manifestando los puntos de contraste), no dijo nunca una palabra crítica sobre el actuar de don Nino Prudente y lo acompañó en su actuar hasta el final. Recuerdo que frente a mis críticas sobre el comportamiento de Don Nino, don Tonino compartía plenamente mis críticas, pero a la vez apoyaba plenamente a aquel cura, porque consideraba que tenía verdadero amor hacia los últimos.
Sobre la objeción de conciencia don Tonino se anticipó mucho los tiempos. Cuando aún los objetores eran mirados entre ojos también por los progresistas católicos, el tomó en confianza un grupo de objetores de la “Casa per la Pace” y trasformó una experiencia marginal en elemento central de un discurso sobre la paz y la no violencia a nivel nacional e internacional.




Se trasformó en un líder del  movimiento pacifista no violento de la década de los ’80 y tuvo como  lema distintivo la idea de la reconversión industrial: la trasformación de las fábricas de armas en industrias de paz. No era un técnico del sector pero su visión nacía de una profunda digestión del mensaje profético veterotestamentario (relativo al Antiguo Testamento), leído por don Tonino como  revelación escatológica de aquel devenir que, según él, nos está llevando “hacia momentos espléndidos de la historia”. La profecía de Isaías sobre las armas que se trasforman en arados, don Tonino la veía materializada en propuestas de reconversión industrial. Es por eso que el gremialismo fue involucrado por sus discursos que demostraron no ser delirios de un loco sino propuestas concretas que servían a los trabajadores de la industria bélica, muy desarrollada en Italia. Lo invitaban a hablar sobre el tema pero, en lugar de disertaciones especificas, hacía discursos fuertemente idealizados, utópicos y bíblicos. El auditorio, en lugar de quedar desilusionado, quedaba entusiasmado y lo invitaban  nuevamente como si don Tonino llevara a los profesionales del gremialismo industrial lo que a ellos les faltaba: el idealismo profético.




La Route de Pax Christi que hubo en Molfetta fue para mí la ocasión de conocer de cerca su pasión por la paz. Estuvo en medio de nosotros, participantes de la route, jóvenes de 20-30 años, como uno más, conociendo los problemas de todos, almorzaba con nosotros y tocaba divinamente  su acordeón. A nuestro grupo le tocó  traducir en inglés su mensaje a la Route. Entonces me di cuenta que su sofisticada riqueza lexical hacia inmensamente difícil la traducción ya que cada palabra tenía un bagaje cultural, etimológico, histórico, onomatopéyico que hacia ardua la traducción. Pero lo logramos, en aquel mensaje había, con su digestión total del mensaje bíblico, identificado el punto cardinal Sur, símbolo de los pueblos a la espera de liberaciones, con el Oriente (Este), sagrado para las religiones monoteistitas y, en primer lugar, al Cristianismo como símbolo de Cristo.
Como todos saben la objeción fiscal no ha sido vista de buen ojos por los moderados y sería escandaloso por un ministro de la moderación como el obispo. Don Tonino también sobre este tema mostró su originalidad. Entendió que, más allá de las distinciones de la casuística de la teología moral, a la sombra de la objeción fiscal se movía un gran movimiento ideal que con coraje luchaba contra los síntomas de muerte presentes en la sociedad. In primis fue objetor fiscal y por eso fue acusado por políticos católicos y no (entre ellos recuerdo el nombre de Spadolini). También yo había sido un objetor fiscal de la primera hora. Así que llegó mi momento cuando el oficial judicial se presentó a mi casa para pedirme el pago debido. La praxis de los objetores fiscales era la de rehusarse de pagar oponiendo una resistencia no violenta basada sobre recursos jurídicos y sobretodo llegando al embargo judicial como gesto con gran repercusión pública sobre esta corajuda acción contra la guerra. Yo, como buen objetor fiscal, propuse al oficial encargado de embargarme una serie de libros sobre la paz. Pero la oficina de cobranza no quiso estar a mi juego, rechazó la propuesta y quisieron embargar un elegante aparador recuerdo de mis padres. Y me comunicaron el día de la subasta donde iban a rematar el mueble. Ni bien se lo comuniqué a don Tonino, él, asombrándome como siempre, me dijo: “¿A qué hora me dijiste?, bien,  yo también iré a la subasta y, si me alcanza el dinero, te compro yo el aparador”. Ni bien la oficina de cobranza se enteró que en la subasta iba a estar don Tonino y  en consecuencia, muchísima gente, la canceló y aún hoy, después de 25 años de estos acontecimientos, no me han pedido la poca plata que, según ellos, le debía al fisco. 







Mi testimonio sobre don Tonino Bello, un santo pugliese de quien tuve la gracia de ser su amigo, para siempre. (1 Parte)

Por Mario Adessi

 

Mis recuerdos sobre don Tonino son muchísimos, el riesgo más grave al escribir mi testimonio, es olvidar aquella infinidad de anécdotas que nos hacían descubrir cada día algo nuevo de ese santo hombre.
Quisiera iniciar esta memoria relatando como conocí a Don Tonino. En 1980 mientras estaba en el Noviciado de los Misioneros de la Consolata en los Alpes del Piamonte, se decidió, que como novicios, haríamos una experiencia misionera de una semana en Tricase, una pequeña ciudad de la Provincia de Lecce, Puglia, es decir del otro lado de Italia, ya que el Noviciado estaba en la provincia de Cuneo, en el norte. En aquel entonces el párroco de la parroquia que nos hospedó era don Tonino. Era un cura sencillo, disponible, a la buena de Dios, que nos acogió brindándonos la máxima atención.


ilparroco

Algunos años después, viviendo yo en Torino, me entero que había sido nombrado obispo de Ruvo, mi pueblo natal. Pensé que debería ir a saludarlo pero preveía,  que como aquel encuentro con él había sido sólo de una semana, casi seguro él se acordaría de mí sólo vagamente y además, ahora como obispo demostraría una cierta distancia. Una vez en Ruvo, después de una misa me acerqué a él y tímidamente  le dije: “¿Se acuerda de mí?” y él, mirándome, me abrazó cálidamente y me dijo: “Mario, qué sorpresa...” y con su manera familiar me abrazó fuerte a su pecho. Quedamos algunos minutos charlando, sinceramente no recuerdo qué nos dijimos; pienso que habrán sido las cosas que se dicen dos viejos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo.
 Me asombró como, a una distancia de más de 3 años me reconoció y recordaba como si hubiese sido un viejo amigo suyo. Me sentí reconocido y valorizado como un privilegiado en esa situación donde todos querían obsequiarlo y saludarlo. En realidad esta experiencia mía fue común a muchos. Cuando él te hablaba, aún hubieses sido una viejita desconocida que quería obsequiarlo después de la misa, se encontraba con la gente individualmente sin formalidades ni apuros como si vos hubieses sido en este momento el más querido amigo suyo de siempre.
Sucesivamente fui a verlo en la Curia de Molfetta y fue él que me propuso de regresar a Ruvo  dejando Torino. Como si fuese un padre Pío, había preanunciado lo que había ido a pedirle. Sin embargo, después de la muerte de mi madre, tenía un gran deseo de abandonar Torino y volver a vivir en Ruvo con mi padre y con  mi gente. Yo era profesor de Religión en Torino y él me propuso la docencia en Molfetta.



Catedral de Molfetta

Así que, gracias a don Tonino, me trasladé desde Torino a mi pueblo de origen donde permanecí por cuatro años dando clases en Escuelas de Molfetta y de Ruvo. Además de la profesión, desarrollaba una fuerte actividad en el movimiento pacifista y ecologista de la Puglia y un fuerte compromiso eclesial (llevé adelante por 4 años un grupo de adolescentes trabajadores; en general en las parroquias los jóvenes trabajadores no son bien recibidos). Resumiendo, era la primera vez que don Tonino había empezado a guiar mi vida trasladándome geográficamente y direccionando mis intereses. Había empezado a ser un padre para mí.
Mis visitas al obispado, y no sólo las mías, eran acompañadas por hechos extraordinarios. Desde la puerta del obispado se veía salir gente humilde con las bolsas de la compra y con niños llorando; vivían en su casa. Había realmente transformado el elegante obispado en la morada de muchas familias humildes sin techo. He visto con mis ojos el ir y venir de linyeras, alcoholizados, desempleados, que tocaban a su puerta para pedirle dinero. No tenía secretario, él contestaba al teléfono, él abría la puerta, no tenía filtros. A cada uno daba algo, a veces de buen humor, a veces un poco molesto por la reiterada visita, pero algo siempre sacaba de sus bolsillos. Una vez veo que tiene un dedo enyesado y le pregunto que le había pasado. Serenamente me contó que un alcoholizado había ido a pedirle dinero y, ante la negativa de don Tonino, le había encajado un terrible golpe que don Tonino había parado con la mano fracturándose un dedo. Sin embargo, a pesar de este hecho, don Tonino no tomó ninguna precaución, continuó como siempre  recibiendo y atendiendo personalmente a todos.





Cada vez que concurría a saludarlo y le hablaba de mis incomprensiones con el clero y la iglesia local, él me repetía siempre: “Mario, yo te veo siempre sobre el umbral, no en una capilla a rezar devociones sino siempre sobre el umbral mirando hacia afuera, en los movimientos por la paz, en la política, en los  problemas sociales, en la ayuda a los drogadictos; es por eso que la iglesia local a veces no te entiende… pero vos seguí así, quédate sobre el umbral porque esta es tu vocación profética”.
Y justo pisando este umbral es que lo involucré en cosas que no tenían nada que ver con lo devocional. Uno de los grandes líos en que yo lo metí fue el problema del polígono militar en la “Murgia”. En aquellos años (hablo del ’84 al ’87) pequeños grupitos ecologistas con “Democracia Proletaria” a la cabeza iniciaban un movimiento en la zona “murgiana” que intentaba oponerse al gran proyecto de realizar en la “Murgia” un mega polígono militar de 15.000 hectáreas. La oposición a dicho proyecto estaba formada por los “cuatro gatos” de siempre, acusados de extremismo peligroso. Yo, obviamente, pisando siempre el umbral, me involucré muchísimo en esta iniciativa, pero era muy difícil involucrar a los vecinos, sobretodo los agricultores, justamente los más damnificados por dicha iniciativa eran muy desconfiados con este movimiento de protesta. En ocasión de una de las  primeras iniciativas de sensibilización sobre el tema, intentamos hablar de esto con don Tonino. Cada vez que me acercaba a don Tonino por temáticas socio-políticas, tenía miedo que él me pudiera tomar por un oportunista, un “strumentalizzatore”, como alguien que quisiera aprovecharse en beneficio propio de su cercanía al otro; pero, cada vez más, don Tonino me asombraba, porque siempre iba más allá del pedido que se le hacía. En ese entonces queríamos pedirle un simple apoyo formal, pero él, sin embargo, se adelantó a nosotros y nos ofreció la Capilla de la “Annunziata” de Ruvo (que no se usaba más para el culto) como sede para la primera mesa redonda que lanzaba el problema a nivel ciudadano... no sólo fue este ofrecimiento, sino que participó personalmente en esa mesa redonda!  En Ruvo fue un escándalo. Una iglesia ocupada por los comunistas... este fue el comentario más amable que circuló en el aire.


Chiesa Dell’Annunziata di Ruvo


El estupor más grande fue que don Tonino siguió acompañando siempre a este movimiento, a veces entrando en conflicto con otros obispos; así fue en la marcha Gravina - Altamura cuando el obispo local le prohibió con garbo la presencia. Gracias también a don Tonino el movimiento creció e involucró partidos no sólo de izquierda sino buena parte de la Democracia Cristiana, las comunas, las asociaciones de agricultores y se logró llevar al Gobierno de la Regione Puglia un documento con millares de firmas donde la primera firma era la de don Tonino y de otros obispos donde se reclamaba la cancelación de la Resolución de la Región Puglia que aprobaba el polígono militar.   
También en este caso mi vida ha sido guiada por él. Lo que para mí debería haber sido una pequeña actividad de vecindario, se transformó en un compromiso a nivel nacional y tuve que entregar todo mi ser por un cierto tiempo para esta causa ya que, gracias a él, me transformé en uno de los líderes más conocidos del movimiento.
Siempre en el ámbito de su compromiso por la paz y de su ya total compromiso con los objetivos de la Coordinadora para la desmilitarización de la Murgia, participó, invitado por los estudiantes, en una asamblea estudiantil del Liceo Científico de Ruvo di Puglia. Yo, en calidad de responsable de la coordinadora para la desmilitarización de la Murgia, participé en esa asamblea. Quien conoce la escuela italiana, sabe como son las asambleas estudiantiles. Con los chicos, los jóvenes, es muy difícil conseguir la tranquilidad y el silencio, como para realizar una reunión ordenada, sobretodo cuando participan en  grandes reuniones. En general la sensación que uno vive en estas asambleas es que son perdidas de tiempo ya que el 98% de los participantes demuestran desinterés y charlan entre ellos. Don Tonino en esa oportunidad realizó un milagro. Habló por casi una hora frente a este tipo de público sobre temas como el antimilitarismo, la paz, la desmilitarización, parecía que los tuviera hipnotizados. No hablaba nadie, todos escuchaban con interés, era como en sus homilías donde nadie podía desconcentrarse por que te involucraba emotivamente y no usó nunca y ni en esta ocasión, un lenguaje sencillo sino siempre muy sofisticado y elegante, tal vez el secreto de la atracción psicológica de su discurso en los adolescentes era en la pasión y en la cercanía a las cosas del corazón y de la vida. Por los aportes de los chicos al debate que siguió al discurso de don Tonino, se entendió bien que una buena parte de la asamblea no compartía para nada las ideas de don Tonino, no había sido la afinidad ideológica que había atraído a estos chicos; don Tonino fue capaz de hacerse escuchar por 400 adolescentes por casi una hora bajo la mirada asombrada del Rector, prof. Stellacci, y de los pocos docentes presentes en dicha asamblea.






Quisiera continuar con unas anécdotas en las cuales don Tonino entra en contacto con un mundo de jóvenes lejanos, y tal vez contrarios a la Iglesia y logra convertirse en su líder. Es el don Tonino que los no católicos aún hoy no pueden olvidar.

En Ruvo había acontecido un terrible suicidio: un joven empleado de la recolección de la basura, en un estado de depresión y de abandono, había madurado el gesto de ahorcarse en la soledad de su casa. Casualmente unos meses antes del suicidio se había acercado a la Cooperativa l’Agorà, a la cual yo pertenecía, y era conocida como una cueva de extremistas. Se había acercado porque estaba sin trabajo. Luego el empleo en la recolección de basura, luego el suicidio. Observamos que la noticia de su muerte se trató de ocultar, como algo vergonzante, se dio sepultura al pobre muchacho en silencio. A alguno de nosotros, no a mí, se le ocurrió la idea de hacer público este dramático hecho donde un joven como nosotros era víctima de la soledad y de prejuicios. Hago presente que todos mis amigos de l’Agorá  no eran creyentes, más bien agnósticos en cuestiones de fe. De toda forma, se pensó, en llamar a don Tonino;  yo fui el encargado de hacerlo, con la discreción de siempre  y lleno de miedo de molestar por pavadas una persona tan ocupada. Ni bien se enteró de la noticia, nos asombró y nos anticipó como siempre; no dio simplemente su participación a distancia al problema, sino que se trasladó hasta Ruvo y nos encontramos con él después de una hora en la capilla del cementerio de Ruvo don Tonino, yo, algunos integrantes  de la cooperativa seguramente no creyentes, y don Vincenzo Pellicani, párroco de San Giacomo, estupefacto con la presencia de estos jóvenes izquierdistas a un funeral que tendría que haberse desarrollado en el más total anonimato. Don Tonino quiso celebrar misa en memoria de ese muchacho y una vez más los no-creyentes se encontraron nuevamente asistiendo a una misa y  escuchándolo hablar de Dios. Aún hoy, a distancia de 24 años aquellos amigos míos no pueden olvidarse de esta misa. En particular quisiera poner a prueba de mi testimonio un queridísimo amigo mío, Mauro Ieva, que a pesar de definirse agnóstico, venera el recuerdo de don Tonino como el de un verdadero santo que lo llevó a dudar de su propio agnosticismo,  tal vez don Tonino fue una de las pocas personas de fe que pusieron en crisis su agnosticismo fuertemente ideologizado.

Muy sabrosos son los momentos que recuerdo, cuando, mientras yo conversaba con él, alguien le avisaba que había una llamada para él de Roma, entonces lo veía retorcerse como un niño frente a padres o maestros demasiado celantes. Regañaba y decía cosas  así: “¿Otra vez? ¿Que querrán de mí? Seguramente para retarme de algo. Sabes que el Cardenal... (no quisiera equivocarme y por eso no escribo el nombre, pero sin embargo era un cardenal africano) se fijó y me hizo la observación que yo no uso un traje adecuado a mi condición de obispo... Le hubiera querido decir, pero,  Eminencia, en África nadie viste de negro como Ud., se usan colores, justamente Ud. ¿me viene a retar por eso?  No sé si estas cosas las dijo en serio, pero era muy sabroso escucharlo. Otra vez, con la sagacidad e ironía que usaba casi exclusivamente en las conversaciones privadas, para no ofender nunca al interlocutor, me leyó unos renglones que le llegaron de la Congregación para el Culto donde se acusaba como “gestos de extemporánea modernidad” la entrega al Padre Ignazio de Gioia de un pedazo de la Ostia grande de la misa de su despedida, para que lo entregara al obispo de Viedma, en la Argentina, Mons. Hesayne. “Modernidad”, ¿qué modernidad?, Habrán leído a los Padres de la Iglesia, ¿sabrán qué es el “fermentum”, gesto antiquísimo de comunión entre obispos?”

IXº Seminario Internacional Desarrollo y Territorio Italia-Argentina





Organizado por la Universidad Nacional de La Plata, como ente adherente del Corredor Productivo Turístico Cultural Italia-Argentina CPTCIA y coordinado por la Agencia Coordinación Territorial Italia-Argentina. Se desarrollará el día 24 de noviembre el IXº Seminario Internacional Desarrollo y Territorio Italia-Argentina. La participación es gratuita, solicitando y presentando una ficha de admisión al mail info@corredorproductivo.net y está dirigida a: funcionarios, dirigentes, profesionales, delegados, gerentes, administradores, titulares de empresas, socios-gerentes y personal relacionado o integrantes de entes públicos y privados, Centros de Formación, Centros de Investigación, ONG, Empresas, Cámaras y Entes Financieros.

Los que asistan podrán presentar proyectos ante el comité organizador al mail: info@corredorproductivo.net

Don Tonino Bello

Don Tonino, cuyo verdadero nombre era Antonio Bello, fue un obispo católico nacido el 18 de marzo de 1935 en Alessano, provincia de Lecce.
Ordenado sacerdote en 1957, fue educador en seminario y párroco.

Nombrado obispo en 1982 estuvo a cargo de la Diócesis de Molfetta, Giovinazzo, Terlizzi y Ruvo di Puglia.
Campeón del diálogo, constructor infatigable de la paz, desde 1985 presidente nacional del movimiento Pax Christi, fue pastor bondadoso y protector de los pobres, de los inmigrantes y de “los últimos”.
Cubierto de la espiritualidad franciscana, Don Tonino paso por el mundo contemporáneo haciendo de su vida una experiencia de servicio y de santidad. 
Falleció en Molfetta el 20 de abril de 1993.
El 27 de noviembre de 2007, la Congregación por las Causas de los Santos, inició el proceso de Beatificación de este obispo pugliese.
El 30 de abril de 2010 se realizó la primera sesión pública en la Catedral de Molfetta.