Mi testimonio sobre don Tonino Bello (3 Parte)

También con los “marroquíes” su compromiso fue ejemplar. Ruvo, sobre ésta ciudad fue su punta de diamante, ya sea porqué en Ruvo se concentraba un gran número de marroquíes residentes, que después se desparramaban por todo el territorio de la provincia de Bari, o porque en Ruvo tuvo lugar la corajuda iniciativa de la Parroquia Sagrada Familia de implementar una actividad de acogida. Soy testigo que los domingos y los feriados quería que unos marroquíes almorzaran con él en la C.A.S.A.. Participó de la inauguración de un centro legal de asistencia a los extranjeros, perteneciente a una organización sindical cercana al Partido Comunista  (Alleanza Contadini o Unione Coltivatori). Acompañó continuamente el compromiso de don Grazio Barile y de su parroquia en defensa de los derechos de los inmigrantes. Resumiendo, soy testigo que, contrariamente a lo que está pasando hoy en Italia donde la inmigración ilegal es considerada como un crimen, luchó para la acogida y la integración de los extranjeros y apoyó cualquier movimiento a favor y solidario con los inmigrantes, sin mirar al origen ideológico.





Un suceso que marco la historia de la capital de la Puglia, tuvo lugar en el caluroso verano de 1991. A primeras horas de la mañana del 8 de Agosto, llegó al puerto de Bari la nave “VLORA”, procedente de Albania, con la impresionante carga de más de 20.000 desesperados albaneses, que escapaban a la miseria y la terrible situación que atravesaba por aquel entonces su país. Las autoridades locales desconcertadas, ante la falta de respuesta del gobierno italiano del presidente Francesco Cossiga, tomaron la polémica decisión de confinarlos en el “Estadio de la Victoria”, para su identificación y posterior distribución a distintos centros.



Se presentó en pleno agosto (1991) en el estadio de Bari (stadio della Vittoria), trasformado en un lager (campo de confinamiento) para millares de albaneses encerrados adentro. Descuidándose de los insultos que ya había recibido el alcalde de Bari (Enrico Dalfino) de parte del Ministro de turno por protestar sobre la situación inhumana a que sometía a los albaneses, se presentó Don Tonino en las puertas del estadio junto con Renato Brucoli, director de la Revista diocesana. Allí tuvo aquella visión profética, soy testigo de haberla escuchado directamente de él, que las madres de aquellos millares de albaneses  que, en modo sacrílego, recibían burlas por sus sacrificios de amor, ellas los habían paridos con dolor y amor, criados con amor y afecto desde chiquitos; aquellos queridos hijitos eran maltratados casi como animales.
Don Tonino apoya indiscriminadamente la conducción “laica” de “Luce e Vita”, Revista Diocesana, por parte de Renato Brucoli que, como Guglielmo Minervini, actualmente asesor del gobierno Vendola de la Regione Puglia, le creó no pocos problemas políticos ya que Renato no era uno que se quedaba callado frente a tantos hechos de corrupción política que caracterizaba la gestión política de los administradores de las comunas de la diócesis, casi todos del partido de la DC (Democracia Cristiana) y por eso se sentían con el derecho de no ser  molestados por el periódico diocesano, basándose en una larga tradición de colateralismo entre Partido e Iglesia. Puedo hablar de estas cosas porque en ese entonces yo frecuentaba y era muy amigo, ya sea de Renato Brucoli y también de Gugliemo Minervini. Sólo cuando Renato Brucoli, decidió entrar en política como candidato de la “Rete”, don Tonino le pidió que renunciara a la conducción de la revista. Tal vez como signo que la Revista no estaba relacionada a ningún partido político.



 Il Signore



Cuando yo tenía 29 años, si alguien improvistamente me hubiese preguntado donde estaba la Patagonia, era probable que le hubiera contestado que no lo sabía con certeza. A una distancia de casi 35 años, a pesar que, por razones profesionales estoy viviendo en Córdoba, me encuentro completamente encarnado en el medio ambiente social y cultural de la Patagonia Argentina. Hubiera podido  imaginarlo? Qué papel tuvo don Tonino en todo esto? Podría decir que, en el bien y en el mal, si hoy estoy escribiendo desde Córdoba y no de Italia, se lo debo a don Tonino.
Vivía aún mi padre y yo recién había regresado a vivir a Ruvo (gracias a don Tonino). Lo fui a ver y le expresé el deseo de hacerme cura. Había estado 4 años en el Seminario y en el Noviciado de los Misioneros de la Consolata, con el fin de llegar a ser cura misionero. No había sido admitido a los votos en 1980 por “el excesivo  espíritu rebelde y crítico”, según la opinión del maestro de noviciado, Padre Francesco Peyron. Sufrí muchísimo ese rechazo, pero por mucho tiempo decidí no insistir. Pero cuatro años después, habiendo conocido a don Tonino, sentía el deseo de compartir con él su fervor apostólico. Era como si él hubiese despertado en mí el adormecido fervor apostólico. Tal vez, como los pescadores del mar de Galilea que, mientras pescaban tranquilamente, fueron trasformados en pescadores de hombres. Es un poco lo que pasa a los discípulos de los santos que, después de haberlos conocido, quieren seguirlos en sus caminos. El fue entusiasta de mi decisión de querer probar mi vocación apostólica. Hubiera querido que yo entrara ya en el Seminario, pero yo pedí que mi prueba antes de la decisión fuera la misión, es decir un periodo de voluntariado en territorio de misión. El, que nunca contradecía todo lo que venía del corazón, aceptó mi propuesta y, después de unos segundos de reflexión, me dijo: “Como no!, está el pobre don Ignazio solo en la Patagonia, podrías estar con él un par de años y darle una mano!”. Y así inició mi camino hacia la Patagonia. Otra vez él me conducía hacia caminos que nunca hubiera imaginado.
Cuando yo salí para la Patagonia, don Tonino estaba convencido que yo lo hacía como preparación al sacerdocio. De parte mía, con mi inseguridad que me llevaba dentro, le rogué de no publicitar este objetivo, ya que quería ser dejado en un estatus de libertad para mis decisiones. Don Tonino, de su lado, supo respetarme sobre este argumento, dejándome en la máxima serenidad. Después de un año de estar en Argentina, conocí a Jeannette, mi actual mujer y decidimos que nos íbamos a casar. Preparé una larga carta para explicarle a don Tonino, como si me debiera disculparme con él de esta traba a mi proyecto vocacional pero, como siempre, él me sorprendió anticipando mis deseos por la alegría con la cual acogió la noticia de mi matrimonio. Tuve la sensación que él gozaba de cualquier decisión madurada en la libertad.

Ni bien llegado de Argentina con mi  mujer y Luis, nuestro hijo, en 1989, fuimos a visitar a don Tonino, sobretodo porque mi mujer no lo conocía y yo tenía muchas ganas de presentárselo. Quisiera subrayar como don Tonino, la noche que llegamos a Ruvo, nos esperó casi toda la noche en casa de la vecina Filomena. Sabroso también es el episodio relatado por él cuando en el corazón de la noche (tal vez para él la noche era algo distinto que para los demás), tocó el portero eléctrico de un vecino, Domenico Mastrorilli, conocido por su compromiso político, comunista y ya intendente de Ruvo, para pedirle noticias mías y recibió una mala respuesta por haberlo molestado a esa hora de la noche. Fuimos a verlo al  Obispado y, ni bien nos vio nos abrazó contento y familiarmente nos encontramos en la cocina. Luis, que tenía cinco años, había vislumbrado una sandía enorme que estaba sobre la mesa de la cocina. Don Tonino se dio cuneta y le dijo “Te gusta? La querès? Llévatela!“ y le metió entra las manitos esa enorme sandía con Luis tambaleante y feliz como una  Pascua. Pequeños gestos de generosidad que hacían la fuerza humana de don Tonino, una humanidad profunda que acompañaban su alta religiosidad. Y fue en esa ocasión que, enterándose que sabiendo de nuestro matrimonio y no pudiendo participar por otro matrimonio en el Salento, nos aseguró que iba a ser lo imposible para venirnos a ver ni bien regresado del Salento. Y así fue, pasada la medianoche, llegó a la sala, que se encontraba en campo abierto, donde se festejaba el matrimonio en la sorpresa general de todos y sobretodo nuestra; fue el milagro de Canà en el corazón de la noche que trasformó el agua en vino. Todos los invitados recuerdan aquella presencia improvisa que bendijo nuestra boda. Sin embargo en este matrimonio él tenía algo que ver. Quisiera evidenciar el recuerdo de don Tonino por parte de mi hijo Luis Eduardo Adessi Cofré. Hoy tiene 26 años. La última vez que vio a don Tonino tenía sólo seis años pero lo recuerda como uno de familia y conserva la anécdota de sus encuentros con él con gran lucidez.

Me entero de la enfermedad de don Tonino (un cáncer de estómago) los últimos días de Agosto de 1991. Meses antes habíamos decidido volver a la Argentina, sobretodo por que Jeannette sufría mucho la lejanía de su patria y yo conservaba aún la característica de entusiasmarme frente a hipótesis de hacer valijas y partir. Habíamos salido para Argentina en Junio con la intención de quedarnos ya que pensaba que me habrían dado trabajo en una escuela italiana de San Carlos de Bariloche. La cosa no resultó. Pasé dos meses en búsqueda de trabajo. No encontrándolo, decidí de volver solo a Italia y retomar el trabajo de profesor (aún no había renunciado a mi cargo) para poder por lo menos mandar algo de plata a mi mujer y a mi hijo que quedaban en Argentina. Ni bien regresé a Italia la primera persona a quien llamé fue a don Tonino. Lo encontré de casualidad ya que estaba por viajar al Salento. Me dijo que iba por algunos exámenes que quería hacerle su hermano médico, relacionados a la úlcera que lo hacía sufrir… una cosa de nada y habría regresado pronto. La úlcera se reveló como un cáncer y don Tonino fue operado de urgencia.
La primera cosa que hizo el clero, para protegerlo del cansancio fue la de nombrarle un secretario como filtro; nunca don Tonino tuvo un secretario. Mi sensación fue que, aún aceptando aquella resolución de sus colaboradores, sufrió mucho por ella. No había nunca activado un contestador automático que había comprado por qué detestaba todos los artificios en las relaciones humanas y creía en la espontaneidad e inmediatez de las relaciones humanas.
Los pocos meses que me quedé en Italia lo ví siempre optimista en relación a su enfermedad. Estaba convencido que la operación practicada en el Salento había eliminado  cada rastro del mal. Hablaba de una visita al famoso oncólogo Veronesi que lo había ulteriormente tranquilizado.

Son muchas las palabras de don Tonino que recuerdo, pero las que  llevo en mi corazón son las últimas que pude escuchar de su viva voz. Era el fin de octubre de 1991. Había decidido regresar definitivamente a la Argentina donde me aguardaban mi esposa y mi hijo, presenté la renuncia como docente de Religión (mis parientes me daban por loco y tampoco lo entendían en la escuela, ya que era la primera vez que alguien renunciaba a un “puesto de oro” como el de profesor.); estaba decidido de cortar los puentes sólo para reencontrarme con mi familia y buscar allí un trabajo. Cuando fui a despedirme de don Tonino, sin saber cuando iba a volver (regresé a Italia recién dos años después y no pude abrazarlo, ya había fallecido), me miró a los ojos y, contrariamente a mis parientes y colegas, me dijo: “Bravo, Mario, eso quiere decir que vos la quieres mucho”. Se refería a mi mujer, sabía que lo hacía sobretodo por ella y había entendido el sentimiento de amor que otros no habían entendido.
Aquellas palabras las llevo todavía adentro como su bendición final sobre una elección, la de abandonar Italia, dictada por el amor. Aún una vez más mi viaje de regreso a Argentina para reencontrarme con mi mujer y mi hijo fue bendecido por sus palabras que yo no le había pedido. El seguía preanunciando mi camino.





La noticia de la muerte de Don Tonino la recibí estando en Buenos Aires y lamentablemente no pude rendirle el último homenaje. Yo y mi esposa quedamos particularmente golpeados por aquella muerte ya que lo considerábamos parte de nuestra familia. Inmediatamente después de nuestro matrimonio mi mujer había quedado embarazada; pero tuvo un aborto espontáneo y  perdió el bebé. Desde entonces quedamos con el gran deseo de tener un hijo, pero quizás a causa del aborto, no lograba quedar embarazada. Habían pasado ya 3 años de nuestro casamiento y teníamos un gran deseo de tener otro hijo. Pero no ocurría que ella quedara embarazada. Por fin, en julio del 1993 nos enteramos que ella estaba embarazada. Fue una gran alegría. Esperábamos nuestro segundo hijo. Discutíamos sobre el nombre que le pondríamos y, como suele ocurrir en estos casos, no podíamos ponernos de acuerdo. El nombre femenino nos encontró en acuerdo: Grazia Francesca (son los nombres de mi madre y de mi padre, ambos fallecidos ya hace muchos años) pero sobre el masculino no había acuerdo. En navidad del año 1993, viajé a Italia donde permanecí un mes y medio. Estando allí y escuchando lo que se contaba sobre don Tonino y sobre el fuerte recuerdo que había dejado en todos, pensé que nuestro hijo (que iba a nacer a un año de la muerte de don Tonino), podríamos llamarlo Tonino; ese nombre simple que identificaba a nuestro obispo, iba a ser un homenaje, un recuerdo permanente de lo que él representó en nuestras vidas.
Cuando regresé a Argentina, me asombró el hecho que fue mi mujer quien se adelantó a decirme “Y porqué no lo llamamos Tonino Graziano?” ella consideró que el embarazo tan esperado y que parecía no llegar era una gracia de Tonino... por esta razón quería llamarlo Tonino. De ambos lados del océano habíamos llegado a la misma reflexión, habíamos sacado la misma conclusión (yo, sinceramente no había pensado que el embarazo había sido una gracia de don Tonino pero él, tal vez, desde el cielo había anticipado mi deseo y había seguido guiando mi vida) y habíamos llegado los dos a la misma conclusión. El parto fue dramático. Tonino era muy grande (4 kilos y 600 gramos) y mi mujer muy chiquita. Yo participé del parto como mi mujer lo había pedido. Su nombre había sido entregado a las autoridades de la clínica: Tonino Graziano. Mi señora tuvo un desgarramiento gravísimo del útero. Perdió el conocimiento por la fuerte hemorragia y se salvó por milagro, gracias a la inmediata intervención quirúrgica del ginecólogo (que casualmente era también cirujano)… otra gracia de don Tonino. Ese ginecólogo, Dr. Sergio Alonso, lo vimos después de un año por el otro embarazo de mi esposa, cuando nació Grazia Francesca. En esa ocasión afirmó que en su vida nunca se iba a olvidar del  parto de Tonino; había sido uno de los partos más difíciles y riesgosos de su carrera de famoso y renombrado profesional. Tuve hasta problemas con la burocracia argentina. Una ley argentina vetaba dar nombres extranjeros a los niños. Por eso el nombre Tonino (no Antonio que hubiese sido aceptado ya que se escribe de la misma forma sea en italiano que en español) no fue aceptado por el funcionario del registro civil. Yo insistí declarando que ese era el único nombre que quería dar a nuestro hijo. El empleado, ante mi insistencia, me reveló que la única forma para poder obtener el reconocimiento del nombre era presentarme personalmente ante las autoridades provinciales del Registro Civil y pedir la autorización para ese raro nombre. Salí entonces hacia la ciudad de La Plata (que dista 120 km. de Olivos, donde yo vivía) y me presenté a la Oficina del Director General del Registro Civil para pedir esa autorización. La conseguí y con ella volví triunfante a Olivos. Desde aquel momento el nombre Tonino fue aceptado por decreto como nombre posible para cualquier bebé de la provincia de Buenos Aires. Aún hoy, en un lugar importante de nuestra casa, está el retrato de don Tonino y cuando siendo pequeño, nuestro hijo Tonino preguntaba quién es?, le contestábamos que era don Tonino. Entonces el observaba “se llama como yo!”.




 Cementerio de Alessano_Tumba de Don Tonino


No tuve la oportunidad de poder visitar la tumba de don Tonino hasta Agosto de 1998. Me lo había propuesto en dos viajes anteriores pero no me fue posible. En el día del IX aniversario de mi matrimonio, decidí empezar el peregrinaje. Como verdadero peregrino, me desperté a las 5,30 horas de la madrugada y combinando los trenes (Bari- Nord, FS, Ferrovie del Sud-est), llegué a las 11:30 a la estación de  Alessano. Caminando llegué al pueblo y, desde allí, siempre caminando, bajo un sol que cocinaba, llegué al cementerio. Sentía como si don Tonino me estuviera esperando desde hacia más de 5 años. Llevaba conmigo una foto de Tonino, que ya tenía cinco años, para entregar a don Tonino como ex-voto. Sobre su tumba deje la foto con un papel escrito de mi puño y letra. Le prometía a don Tonino que volvería a visitarlo, pero esa vez con Tonino en persona, no sólo en fotografía. Lo logré en el verano de 2002. Y de esa oportunidad, guardo una hermosa foto con mi hijo Tonino, sentado sobre la tumba de don Tonino.
¿Por qué hablé de “ex –voto·? ¿Cuál fue la gracia o el milagro?
Me parece que en la historia de mi familia, aún después de mi muerte, el nombre de este obispo fiel a Jesucristo seguirá pronunciándose cada día. El me llevó por los misteriosos caminos hechos por viajes interoceánicos. Nada mejor que un hijo con su nombre.



 Mario ADESSI