LA NAVIDAD Y SUS TRADICIONES EN PUGLIA, en los recuerdos de un pugliese


El relato de un pesebrista de fama internacional, Vito Erriquez, nativo de Foggia pero viviendo lejos de su tierra: en su relato se toman muchos aspectos ligados a las fiestas navideñas que lamentablemente, se están perdiendo en el tiempo. El relato presenta todos los matices y las emociones que se vivían en esos días:
La Navidad es una ocasión de paz, de amor y de serenidad. Cuando el ambiente navideño se apodera de nosotros, nos vienen a la mente recuerdos de una infancia feliz y despreocupada. Estábamos en la post-guerra y no había el bienestar que existe en la actualidad. Las familias eran de tipo patriarcal, incluían a los abuelos, padres e hijos. Entonces no había televisión y cuando empezaba a oscurecer todos los niños, estábamos en casa. Las tardes se dedicaban a completar las tareas escolares o charlar con los padres y abuelos, todos reunidos alrededor del brasero de cobre para mantener el calor. Del brasero lleno de carbón, cada tanto emanaba un perfume debido a las cáscaras de naranja y mandarina que se ponían sobre las brasas para purificar el aire. Cuando hablo de Puglia me refiero a Foggia, donde nací.

En esta ciudad, la atmósfera de la fiesta comenzaba a sentirse ya desde el 13 de diciembre, para la tradicional hoguera que se encendía en cada esquina en honor de la Santa de la Luz. Es el día de la fiesta de Santa Lucia que en los países nórdicos preanuncia la llegada de los meses de luz. Enormes pilas de leña eran quemadas al llegar la noche. El propósito de estos incendios es supersticioso y se utilizaban para protegerse de las enfermedades y los problemas que afectaban a la población. En cualquier iglesia ya se podía escuchar la "pastorale", de San Alfonso María de Ligorio tocada en el órgano. También era una costumbre particular aquella de enviar a los amigos y parientes en señal de buena voluntad y amistad, la “pagnotella de Santa Lucia”, que era devuelta al remitente el año siguiente. Mientras tanto, en las calles se comenzaban a ver signos de la celebración: los gaiteros, partidos desde el Abruzzo tocaban en las esquinas seguidos generalmente por un grupo de jóvenes festejantes. La pareja de gaiteros formada por un anciano que tocaba la gaita y un joven que voló el "chirimía" chirimía.


Después de Santa Lucía, tanto en las iglesias como en las casas comenzaban a construirse los pesebres. En mi caso desde niño el pesebre siempre ha tenido una fascinación y un encanto particular. Recuerdo la emoción y la ansiedad que me agarraba a finales de noviembre y comenzaba ya a contar los días que faltaban para la Navidad, para hacer el pesebre. La verdadera ejecución la realizaban mi padre y mi abuelo. Pasábamos la noche entera para diseñar y luego construir. Elegido el lugar donde hacerlo, se iniciaba clavando las tablas de fondo que sostenían la estructura que era hecha de trozos de maderas unidas con clavos. Realizado el esqueleto se pasaba a revestirlo con papel de embalaje, que era primero arrugado para dar la impresión de la rugosidad de la roca y luego pegado a la estructura. La escenografía consistía en montañas rocosas con barrancos y acantilados.

Se hacían también los caminos que descendían de las montañas hacia la gruta que, normalmente, se encontraba en el centro rodeada de tiendas recavadas en los flancos de la montaña. Para colorear se utilizaba un aerógrafo, o el rocío de émbolo del DDT. Los colores básicos eran polvos que se disolvían en agua: la sombra tostada y azul ultramar con unas gotas de la tierra roja de Sienna quemada. A continuación, se pasaba a las obras de ingeniería hidráulica: la construcción de una fuente o de una cascada, realizadas con agua real, que se hacía caer por gravedad a un recipiente (situado medio alto y detrás de las montañas) que era necesario llenar de vuelta en vuelta antes de que lleguen los invitados. Posteriormente, se conectaba el sistema eléctrico en la gruta y se colocaba una luz fija para iluminar la Natividad, que iba a permanecer hasta el día de la Epifanía. Por último, después del musgo, se colocaban las estatuas. La disposición de las figuras siempre causan algún problema, ya que, a pesar del cuidado con que habían sido guardadas el año anterior, siempre se encontraba alguna con un brazo o una pierna rota o que le faltaba la cabeza.

Enseguida se restauraban, y se pasaba después a los detalles: cerca de la gruta se ponía un estanque hecho con un trozo de espejo. A lado, se ponía un pescador con una caña de pescar, líneas de pesca a las que se ataba un pececillo. A un costado era colocada una lavandera lavando ropa. En los caminos de montaña se ponía a los Reyes Magos que cada día había que ir acercándolos a la Gruta. Sobre las laderas de las montañas, se establecían las casas con las ventanas iluminadas. La nieve del pesebre, era harina que, con la ayuda de mi hermana, yo podía sustraerle a mi madre que, en aquellos días, preparaba la masa para dulces de navidad. En las paredes del rincón donde era armado el pesebre se colocaba una lámina enorme en la que había pintado el cielo estrellado. Por último, pero no menos importante, clavábamos en el perímetro algunas ramas de pino en las que colgábamos frutas y algunos caramelos o chocolate. El día antes de Nochebuena, las calles y en los pasadizos se sentía el perfume y el aroma de las distintas casas.

Para las fiestas, las casas estaban atestadas de familiares que venían de lejos, a reunirse para pasar la Navidad. Para nosotros, los puglieses, el ritual de la Navidad se divide en dos partes: la culinaria y la religiosa. Para el ritual culinario, era tradicional en cada hogar, una gran comilona porque en una cultura popular, crecida en el hambre, se festejaba no sólo con el corazón, sino también con el estómago. Durante las festividades se seguían las antiguas recetas, lo que significa cocinar durante horas.


En el día de Nochebuena al mediodía, se cumplía con el ayunó, sólo roto por alguna “Pettola". Las pettole, cuyo amasijo debe descansar entre la medianoche y el amanecer, son una mezcla de harina, levadura, sal y agua tibia. Las bolas se fríen en aceite caliente. Algunas son completamente vacías, otras son rellenas con diferentes ingredientes como el tomate, alcaparras, peperoncino, aceitunas, alcauciles cocidos, bacalao. Se llegaba a la cena con un apetito bastante notable y la cena consistía en:


Linguine (Linguine o linguini es un tipo de pasta aplastada similar a los tallarines) con salsa de anguila o de Capitoni de los lagos Lesina o Varano; Capitone asado con hojas de laurel, cocidos a las brasas; Salmonete al horno; De bacalao frito y sazonado con aceite de oliva virgen extra y limón; Acompañamientos: brócoli y flor de nabos sazonados con aceite de oliva y limón, escarola, hinojo y el apio; Pan casero horneado en horno a leña; Vinos puglieses tintos, blancos y rosados dependiendo del menú; De fruta fresca de temporada: naranjas, mandarinas, peras, manzanas, melones amarillos y uvas; Frutos secos: nueces, maní, almendras, higos secos almendrados, castañas "del prete" (horneadas con cáscara entera) y los dátiles; "Rosoli", licor de fabricación casera al limón, al mandarino y el clásico nocino (licor de nuez). Panettone, pandoro y los productos industriales similares eran totalmente desconocidos y no estaban incluidos en nuestras mesas.
Por lo tanto, los dulces hechos en casa eran los siguientes: "Cartellate", que se obtienen con tiras de masa dulce (como la lasaña), que debe ser presionado entre el pulgar y el índice a intervalos iguales y se enrolla en forma de cesta. Se fríen y luego se condimentan con miel y con Vino cotto y se salpican con confitines plateados y coloreados, canela y cacao. Las "cartellate" simbolizan sábanas que cubren el Niño Jesús en el frío pesebre; "Mostaccioli” que simbolizan los dulces del bautismo de Jesús; "Calzoncelli”, pastelería rellena de mermelada y simbolizaba la almohada en la que el niño Jesús apoyaba su cabeza; "Castagnelle" es una amalgama de una pasta tierna de almendras de Puglia, del color y forma de las castañas;


"Mandorle atterrate" es una mezcla de almendras horneadas y luego se sumergen en el chocolate hirviente. Pero son comidas cuando la masa se ha enfriado; “Tarall neri ", masa con azúcar y vino cotto. En la cena de los adultos comían, bebían y charlaban, los niños a veces salteábamos varios platos porque no veíamos la hora que fueran servidos los dulces. Terminada la cena se levantaba la mesa y rápidamente se comenzaba a jugar a la lotería. Para el ritual religioso: otro momento muy esperado de la vigilia era representado en las familias tradicionales, la "procesión", encabezada por los niños, el más joven, mi hermana, llevaba el Niño Jesús, seguidos por los adultos en una fila, de acuerdo con el ritual cada uno con una vela y cantando la canción, "Tú desciendes de las estrellas." Después de la gira por las distintas habitaciones de la casa y cuando todos habían besado al niño, mi padre lo ponía en la Gruta y por un momento parecía que, rodeado por el cariño de la Virgen y San José, Jesús sonreía. Pronto tocarían las campanas para llamar a los fieles a la Misa. A la Misa de medianoche, por supuesto, iban sólo los adultos, mientras nosotros los niños íbamos a la cama y no podía dormir por la alegría que el día siguiente era Navidad y esperábamos que la fiesta de la Epifanía no llegara nunca, para no tener que desmontar el pesebre. En las calles, después de la salida de la Misa, el murmullo de la gente moría poco a poco hasta que el silencio de la noche se tragó todo.


El día de Navidad, los chicos salíamos más tarde y junto a la familia concurríamos a misa. En la iglesia, después del santo oficio, teníamos para ver el pesebre, era tan grande como para ocupar una capilla entera. Lógicamente, por mi culpa, fuimos los últimos en salir de la iglesia y tuvieron que literalmente arrastrarme fuera, de lo contrario nunca me habría desprendido del pesebre.
De vuelta a casa ya estaban en marcha preparativos para el almuerzo, que incluía:
"Tagliolini" (pasta hecha en casa, como el cabello de ángel) hervido en caldo de capón, condimentado con aceite de oliva y limón; "Agnello con le patate", carne de cordero con papas al horno;


Acompañamientos, fruta fresca, frutos secos, dulces, vino y licor, como en la nochebuena. Durante la cena de Navidad, los niños esperábamos ansiosos la oportunidad recitar de memoria los poemas aprendidos en la escuela para la ocasión, y poder ver el rostro de "sorpresa" de papá al descubrir las cartas a Papá Noel bajo su plato, cuidadosamente oculto con anterioridad por mamá. La tarde se pasaba charlando y jugando a la lotería. Estas eran las sanas tradiciones del pasado, cuando nos conformábamos con poco para ser felices. Ahora los tiempos han cambiado, pero espero que el amor por las cosas sencillas y auténticas, el respeto y el afecto por los padres y abuelos no cambien.
Vito Erriquez



Vito Erriquez: Foggiano, laureato in architettura, scomparso nel 2002, è considerato uno fra i maggiori presepisti italiano, di valore internazionale, scrittore di testi presepiali, pubblicazioni varie e collaboratore a diverse riviste d’arte.
Tomado de Presepisti foggiani
a cura di Alberto Mangano
http://www.manganofoggia.it/

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