Para dar respuesta a este interrogante debemos remontarnos al 25 de Mayo de 1887, a una pequeña aldea del Sur de Italia, Pietrelcina, en la provincia de Benevento, cuando al son de las campanas de la iglesia llamando a los feligreses a honrar a la Virgen María, naciera a las 5 de la tarde Francisco Forgione , más conocido como Padre Pío. Sus padres Horazio Forgione y su madre Josefina Di Nuncio, lo bautizaron al día siguiente y lo encomendaron a la protección de San Francisco de Asís, de allí su nombre.
Desde niño presentó una profunda espiritualidad, era muy tímido y alegre pero por sobre todo era sumamente piadoso con los suyos.
A la corta edad de 5 años se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús y le posó la Mano sobre su cabeza, hecho que motivó que prometiera a San Francisco ser un fiel seguidor suyo. Siempre tuvo un trato familiar con su Ángel Guardián, y en paralelo comenzaron a torturarlo las apariciones endemoniadas.
El 6 de Enero de 1903, con 15 años de edad, ingresó al noviciado de los Padres Capuchinos en Morcone y el 10 de Agosto de 1910, recibe en Benevento la ordenación sacerdotal con el nombre de Padre Pío de Pietrelcina.
El 28 de Julio de 1916 pisa por primera vez el suelo de su queridísimo San Giovanni Rotondo, permaneciendo allí a lo largo de su vida.
Dos años más tardes, el 20 de Setiembre de 1918 recibió el donde los estigmas, las llagas en pies, manos y el costado que convertirían al Padre Pío en el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia. Sus llagas, que emanaban fragancia a flores y que nunca pudieron cicatrizar ni llegaron a infectarse y que le hacían perder una copa de sangre diaria, fueron definidas por él como un regalo de Dios y una oportunidad para luchar por ser más y más el Jesús Crucificado. “Es el Crucificado sin cruz”.
Desde ese momento comienza su verdadero Calvario. Entre 1923 y 1933 por orden del Santo Oficio fue prácticamente encarcelado en su convento. No se le permitía tener trato con los fieles, celebrar la Eucaristía o Confesar, siendo el confesionario su mayor don. Grandes multitudes pasaban por él, pues el Padre Pío tenía el don del discernimiento: podía leer los corazones y las conciencias. También podía vaticinar el futuro, tal lo ejemplifica el encuentro que tuvo en 1947 con un joven sacerdote polaco a quien le dijera que años más tardes sería un gran Papa (luego Juan Pablo II).
Otro don extraordinario que poseía era la bilocación, es decir estar el dos lugares al mismo tiempo.
EL 5 de Mayo de 1956 inaugura la Casa Sollievo Della Sofferenza (Casa alivio del sufrimiento), construida con los donativos que le llegaban desde todas partes del mundo.
Treinta y cinco años más tardes, el 16 de Junio de 2002, fue canonizado por el Papa Juan Pablo II, quien decreta que se celebre en el calendario litúrgico de toda la Iglesia la memoria de San Pío el 23 de septiembre.
Se calcula que cada año visitan su tumba en San Giovanni Rotondo unos 8 millones de peregrinos, 8 millones de personas que por el testimonio de una sola, conocen la Puglia y la hacen grande en todo el mundo.
Después de recordar la vida del padre Pío y obviamente con muchísima humildad, salvando las distancias, podríamos preguntarnos ¿qué talentos hemos recibido cada uno de nosotros para dar respuesta a la pregunta John Fitzgerald Kennedy?
María Alejandra Marzocca
No hay comentarios:
Publicar un comentario