Por Mario Adessi
Mis recuerdos sobre don Tonino son muchísimos, el riesgo más
grave al escribir mi testimonio, es olvidar aquella infinidad de anécdotas que
nos hacían descubrir cada día algo nuevo de ese santo hombre.
Quisiera iniciar esta memoria relatando como conocí a Don
Tonino. En 1980 mientras estaba en el Noviciado de los Misioneros de la Consolata en los Alpes
del Piamonte, se decidió, que como novicios, haríamos una experiencia misionera
de una semana en Tricase, una pequeña ciudad de la Provincia de Lecce,
Puglia, es decir del otro lado de Italia, ya que el Noviciado estaba en la
provincia de Cuneo, en el norte. En aquel entonces el párroco de la parroquia
que nos hospedó era don Tonino. Era un cura sencillo, disponible, a la buena de
Dios, que nos acogió brindándonos la máxima atención.
ilparroco
Algunos años después, viviendo yo en Torino, me entero que había
sido nombrado obispo de Ruvo, mi pueblo natal. Pensé que debería ir a saludarlo
pero preveía, que como aquel encuentro
con él había sido sólo de una semana, casi seguro él se acordaría de mí sólo
vagamente y además, ahora como obispo demostraría una cierta distancia. Una vez
en Ruvo, después de una misa me acerqué a él y tímidamente le dije: “¿Se acuerda de mí?” y él, mirándome,
me abrazó cálidamente y me dijo: “Mario, qué sorpresa...” y con su manera
familiar me abrazó fuerte a su pecho. Quedamos algunos minutos charlando,
sinceramente no recuerdo qué nos dijimos; pienso que habrán sido las cosas que
se dicen dos viejos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo.
Me asombró como, a una distancia de más de 3 años me
reconoció y recordaba como si hubiese sido un viejo amigo suyo. Me sentí
reconocido y valorizado como un privilegiado en esa situación donde todos
querían obsequiarlo y saludarlo. En realidad esta experiencia mía fue común a
muchos. Cuando él te hablaba, aún hubieses sido una viejita desconocida que quería
obsequiarlo después de la misa, se encontraba con la gente individualmente sin
formalidades ni apuros como si vos hubieses sido en este momento el más querido
amigo suyo de siempre.
Sucesivamente fui a verlo en la Curia de Molfetta y fue él que me propuso de
regresar a Ruvo dejando Torino. Como si fuese un padre Pío, había
preanunciado lo que había ido a pedirle. Sin embargo, después de la muerte de
mi madre, tenía un gran deseo de abandonar Torino y volver a vivir en Ruvo con
mi padre y con mi gente. Yo era profesor de Religión en Torino y él me
propuso la docencia en Molfetta.
Catedral de Molfetta
Así que, gracias a don Tonino, me trasladé desde Torino a mi
pueblo de origen donde permanecí por cuatro años dando clases en Escuelas de
Molfetta y de Ruvo. Además de la profesión, desarrollaba una fuerte actividad
en el movimiento pacifista y ecologista de la Puglia y un fuerte compromiso eclesial (llevé
adelante por 4 años un grupo de adolescentes trabajadores; en general en las
parroquias los jóvenes trabajadores no son bien recibidos). Resumiendo, era la
primera vez que don Tonino había empezado a guiar mi vida trasladándome
geográficamente y direccionando mis intereses. Había empezado a ser un padre
para mí.
Mis visitas al obispado, y no sólo las mías, eran acompañadas
por hechos extraordinarios. Desde la puerta del obispado se veía salir gente
humilde con las bolsas de la compra y con niños llorando; vivían en su casa.
Había realmente transformado el elegante obispado en la morada de muchas familias
humildes sin techo. He visto con mis ojos el ir y venir de linyeras,
alcoholizados, desempleados, que tocaban a su puerta para pedirle dinero. No
tenía secretario, él contestaba al teléfono, él abría la puerta, no tenía
filtros. A cada uno daba algo, a veces de buen humor, a veces un poco molesto
por la reiterada visita, pero algo siempre sacaba de sus bolsillos. Una vez veo
que tiene un dedo enyesado y le pregunto que le había pasado. Serenamente me
contó que un alcoholizado había ido a pedirle dinero y, ante la negativa de don
Tonino, le había encajado un terrible golpe que don Tonino había parado con la
mano fracturándose un dedo. Sin embargo, a pesar de este hecho, don Tonino no
tomó ninguna precaución, continuó como siempre
recibiendo y atendiendo personalmente a todos.
Cada vez que concurría a saludarlo y le hablaba de mis incomprensiones
con el clero y la iglesia local, él me repetía siempre: “Mario, yo te veo
siempre sobre el umbral, no en una capilla a rezar devociones sino siempre
sobre el umbral mirando hacia afuera, en los movimientos por la paz, en la
política, en los problemas sociales, en la ayuda a los drogadictos; es
por eso que la iglesia local a veces no te entiende… pero vos seguí así, quédate
sobre el umbral porque esta es tu vocación profética”.
Y justo pisando este umbral es que lo involucré en cosas que no
tenían nada que ver con lo devocional. Uno de los grandes líos en que yo lo
metí fue el problema del polígono militar en la “Murgia”. En aquellos años
(hablo del ’84 al ’87) pequeños grupitos ecologistas con “Democracia
Proletaria” a la cabeza iniciaban un movimiento en la zona “murgiana” que
intentaba oponerse al gran proyecto de realizar en la “Murgia” un mega polígono
militar de 15.000
hectáreas . La oposición a dicho proyecto estaba formada
por los “cuatro gatos” de siempre, acusados de extremismo peligroso. Yo,
obviamente, pisando siempre el umbral, me involucré muchísimo en esta
iniciativa, pero era muy difícil involucrar a los vecinos, sobretodo los
agricultores, justamente los más damnificados por dicha iniciativa eran muy
desconfiados con este movimiento de protesta. En ocasión de una de las
primeras iniciativas de sensibilización sobre el tema, intentamos hablar
de esto con don Tonino. Cada vez que me acercaba a don Tonino por temáticas
socio-políticas, tenía miedo que él me pudiera tomar por un oportunista, un
“strumentalizzatore”, como alguien que quisiera aprovecharse en beneficio
propio de su cercanía al otro; pero, cada vez más, don Tonino me asombraba,
porque siempre iba más allá del pedido que se le hacía. En ese entonces queríamos
pedirle un simple apoyo formal, pero él, sin embargo, se adelantó a nosotros y
nos ofreció la Capilla
de la “Annunziata” de Ruvo (que no se usaba más para el culto) como sede para
la primera mesa redonda que lanzaba el problema a nivel ciudadano... no sólo
fue este ofrecimiento, sino que participó personalmente en esa mesa redonda! En Ruvo fue un escándalo. Una iglesia ocupada
por los comunistas... este fue el comentario más amable que circuló en el aire.
Chiesa Dell’Annunziata di Ruvo
El estupor más grande fue que don Tonino siguió acompañando
siempre a este movimiento, a veces entrando en conflicto con otros obispos; así
fue en la marcha Gravina - Altamura cuando el obispo local le prohibió con
garbo la presencia. Gracias también a don Tonino el movimiento creció e
involucró partidos no sólo de izquierda sino buena parte de la Democracia Cristiana ,
las comunas, las asociaciones de agricultores y se logró llevar al Gobierno de la Regione Puglia un
documento con millares de firmas donde la primera firma era la de don Tonino y
de otros obispos donde se reclamaba la cancelación de la Resolución de la Región Puglia que
aprobaba el polígono militar.
También en este caso mi vida ha sido guiada por él. Lo que para
mí debería haber sido una pequeña actividad de vecindario, se transformó en un
compromiso a nivel nacional y tuve que entregar todo mi ser por un cierto
tiempo para esta causa ya que, gracias a él, me transformé en uno de los
líderes más conocidos del movimiento.
Siempre en el ámbito de su compromiso por la paz y de su ya
total compromiso con los objetivos de la Coordinadora para la
desmilitarización de la Murgia ,
participó, invitado por los estudiantes, en una asamblea estudiantil del Liceo
Científico de Ruvo di Puglia. Yo, en calidad de responsable de la coordinadora
para la desmilitarización de la
Murgia , participé en esa asamblea. Quien conoce la escuela
italiana, sabe como son las asambleas estudiantiles. Con los chicos, los
jóvenes, es muy difícil conseguir la tranquilidad y el silencio, como para
realizar una reunión ordenada, sobretodo cuando participan en grandes
reuniones. En general la sensación que uno vive en estas asambleas es que son
perdidas de tiempo ya que el 98% de los participantes demuestran desinterés y
charlan entre ellos. Don Tonino en esa oportunidad realizó un milagro. Habló
por casi una hora frente a este tipo de público sobre temas como el
antimilitarismo, la paz, la desmilitarización, parecía que los tuviera
hipnotizados. No hablaba nadie, todos escuchaban con interés, era como en sus
homilías donde nadie podía desconcentrarse por que te involucraba emotivamente
y no usó nunca y ni en esta ocasión, un lenguaje sencillo sino siempre muy
sofisticado y elegante, tal vez el secreto de la atracción psicológica de su
discurso en los adolescentes era en la pasión y en la cercanía a las cosas del
corazón y de la vida. Por los aportes de los chicos al debate que siguió al discurso
de don Tonino, se entendió bien que una buena parte de la asamblea no compartía
para nada las ideas de don Tonino, no había sido la afinidad ideológica que
había atraído a estos chicos; don Tonino fue capaz de hacerse escuchar por 400
adolescentes por casi una hora bajo la mirada asombrada del Rector, prof.
Stellacci, y de los pocos docentes presentes en dicha asamblea.
Quisiera continuar con unas anécdotas en las cuales don Tonino
entra en contacto con un mundo de jóvenes lejanos, y tal vez contrarios a la Iglesia y logra convertirse
en su líder. Es el don Tonino que los no católicos aún hoy no pueden olvidar.
En Ruvo había acontecido un terrible suicidio: un joven empleado
de la recolección de la basura, en un estado de depresión y de abandono, había
madurado el gesto de ahorcarse en la soledad de su casa. Casualmente unos meses
antes del suicidio se había acercado a la Cooperativa l’Agorà, a
la cual yo pertenecía, y era conocida como una cueva de extremistas. Se había
acercado porque estaba sin trabajo. Luego el empleo en la recolección de basura,
luego el suicidio. Observamos que la noticia de su muerte se trató de ocultar,
como algo vergonzante, se dio sepultura al pobre muchacho en silencio. A alguno
de nosotros, no a mí, se le ocurrió la idea de hacer público este dramático hecho
donde un joven como nosotros era víctima de la soledad y de prejuicios. Hago
presente que todos mis amigos de l’Agorá no eran creyentes, más bien
agnósticos en cuestiones de fe. De toda forma, se pensó, en llamar a don
Tonino; yo fui el encargado de hacerlo, con
la discreción de siempre y lleno de
miedo de molestar por pavadas una persona tan ocupada. Ni bien se enteró de la
noticia, nos asombró y nos anticipó como siempre; no dio simplemente su participación
a distancia al problema, sino que se trasladó hasta Ruvo y nos encontramos con
él después de una hora en la capilla del cementerio de Ruvo don Tonino, yo,
algunos integrantes de la cooperativa seguramente no creyentes, y don
Vincenzo Pellicani, párroco de San Giacomo, estupefacto con la presencia de
estos jóvenes izquierdistas a un funeral que tendría que haberse desarrollado
en el más total anonimato. Don Tonino quiso celebrar misa en memoria de ese
muchacho y una vez más los no-creyentes se encontraron nuevamente asistiendo a
una misa y escuchándolo hablar de Dios.
Aún hoy, a distancia de 24 años aquellos amigos míos no pueden olvidarse de
esta misa. En particular quisiera poner a prueba de mi testimonio un
queridísimo amigo mío, Mauro Ieva, que a pesar de definirse agnóstico, venera
el recuerdo de don Tonino como el de un verdadero santo que lo llevó a dudar de
su propio agnosticismo, tal vez don Tonino fue una de las pocas personas
de fe que pusieron en crisis su agnosticismo fuertemente ideologizado.
Muy sabrosos son los momentos que recuerdo, cuando, mientras yo
conversaba con él, alguien le avisaba que había una llamada para él de Roma, entonces
lo veía retorcerse como un niño frente a padres o maestros demasiado celantes.
Regañaba y decía cosas así: “¿Otra vez? ¿Que querrán de mí? Seguramente
para retarme de algo. Sabes que el Cardenal... (no quisiera equivocarme y por
eso no escribo el nombre, pero sin embargo era un cardenal africano) se fijó y
me hizo la observación que yo no uso un traje adecuado a mi condición de
obispo... Le hubiera querido decir, pero, Eminencia, en África nadie
viste de negro como Ud., se usan colores, justamente Ud. ¿me viene a retar por
eso? No sé si estas cosas las dijo en serio, pero era muy sabroso escucharlo.
Otra vez, con la sagacidad e ironía que usaba casi exclusivamente en las
conversaciones privadas, para no ofender nunca al interlocutor, me leyó unos
renglones que le llegaron de la
Congregación para el Culto donde se acusaba como “gestos de
extemporánea modernidad” la entrega al Padre Ignazio de Gioia de un pedazo de la Ostia grande de la misa de
su despedida, para que lo entregara al obispo de Viedma, en la Argentina , Mons.
Hesayne. “Modernidad”, ¿qué modernidad?, Habrán leído a los Padres de la Iglesia , ¿sabrán qué es el
“fermentum”, gesto antiquísimo de comunión entre obispos?”
escuche de Don Tonino Bello por el padre Espinoza de los Monteros, tuve curiosidad de saber de este personaje y estoy aquí visitando esta bonita pagina y espero no sea la ultima , reciban un caluroso saludo desde Ocotlán en el estado de Jalisco , en México.
ResponderEliminarYo conocí de don Tonino Bello por el p. Ángel Espinosa donde hizo referencia sobre la Cruz provicional. Es una hermosa reflexión sobre la Cruz y para conocer que falta poco para la tres de la, luego vendrá un enorme buldozer y arrazara con todas las cruces del golgora.
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